Bebe, amigo, mientras puedas, el vino embriagador.
Irás luego a dormir la mona para siempre en tierra.
Allí no tendrás confidentes, ¡ni amantes, ni nada!
¡Sé discreto! Y no divulgues por ahí este secreto:
una vez muerta, ya no abrirá la flor sus pétalos,
¡nunca, nunca jamás! Brillo, frescura, esplendor...
¡estarán perdidos para siempre! Si, para siempre.
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(*) Versión sacrílega de una rubayata de Omar Khayyam
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