VIAJE A ÍTACA
Por José Mª Muñoz Quirós (*)
‘Cuando salgas de viaje para Ítaca’, en el principio mismo del amanecer, con la luz primera de la mañana, dispón de tu equipaje para un largo camino. En tus manos haz florecer el silencio de todas las caricias y abre los ojos, con el anhelo más rotundo de inmensidad. El horizonte queda lejos y el camino es difícil porque nada que sea hermoso se te da sin esfuerzo, se te regala sin antes haberlo ansiado profundamente.
En el mismo caminar está el descubrimiento del sendero. En el paso seguro se halla la emoción de cada obstáculo. Cuantos más lugares conozcas, mayor será la luz que al final se divisa. El corazón temblará, a veces, de incertidumbre y de miedo, y tal vez sientas el deseo de abandonar el camino, de quedarte quieto en la playa soleada de un instante. Que esta tentación no se refugio en tu corazón porque habrás fracasado. Que esta súbita y terrible deslealtad no se produzca nunca. El viajero de Ítaca es incansable, tenaz, inquebrantable. Sabe con la certidumbre de la intuición que Ítaca está siempre más allá, mucho más lejos, y que su estela perfumada de vientos y de brisas se encuentra en el recodo más impensado, en los parajes de la memoria nunca antes recorridos. El sol naufraga cada día con la tensión de la nostalgia, y sentirás el deseo de poseer lo que se te da con tanta belleza. Pero el engaño, el falso dios de cada instante es acecho tenaz, promesa que nada cumple, que se queda enquistada en lo próximo y en lo más inmediato. Ítaca, está más allá.
‘Mantén siempre a Ítaca en tu mente’ como una obsesión que no destruye, que tan solo invade tus ansias de llegar y la imposición permanente de no llegar nunca. En el conocimiento del camino está el disfrute de la meta, la verdadera tensión que cuaja en luz infinita y en sabiduría permanente, aprender a decir lo que subyace en cada cosa, lo que se viste de soledad y de silencio para que puedas llegar a su absoluta cercanía sin miedo. Estar próximo de Ítaca no te permite ausentarte del camino, dar gritos de júbilo, alegrarte con la inmediata prontitud: muchos espejismos incomprensibles te llenarán de tentaciones para que el caminar sea más rápido, para que la emoción no conozca el auténtico sentido de la llegada.
Tu mente sabe que no puede olvidar el destino que permanece ausente, la llama que ha de consumir, con lentitud, ese deseo hasta cumplirse. La desesperación solo conduce hasta los infectos arrabales de Ítaca, nunca hasta el centro poderoso donde se reconoce la plenitud de la vida, el misterio añorado de la Belleza. Nada te ofrecerá que tú no lleves, que no hayas conseguido en los mercados del camino, en la lentitud de cada cosa. Nada que tú no tengas será la recompensa, ese fruto que esperas ver granado en las manos que, viejas y cansadas, muestres tras el largo viaje. De tu experiencia se enriquecerá Ítaca, no tú de sus dones. ‘Ítaca te ha dado un viaje hermoso’, el transcurrir hasta las costas de ti mismo, hasta los acantilados de las playas más limpias. La permanencia en el camino ha encendido tu soledad hasta no estar solo, hasta la más infinita generosidad de tu alma.
Es difícil no cejar en el empeño, creer en lo que no conoces con absoluta claridad, viajar sin la guía que defina cada punto de tu camino. Pero es requisito esencial para llegar a la meta desconocer en qué altitud o en qué momento se producirá esa esperada eclosión de lo que has conseguido. ‘Pero no tiene ya más que ofrecerte’, y otra cosa no sueñes, porque solo los dones del viaje serán los pervivan en tu conocimiento, la clave que explique tu paso lento y sosegado. El cúmulo de sabiduría sabrá perdonar la pobreza de tu encuentro, la extraña desolación de aquel paisaje. Nadie te habrá engañado. Nadie se habrá burlado de tu esperanza. ‘Convertido en tan sabio’ serás capaz de comprender el sentido absoluto de Ítaca, la verdadera dimensión de su solitario mutismo. Entonces, cuando hayas finalizado el camino, cuando el aprendizaje haya sido esclarecedor de tu misma identidad y conozcas los misterios que se aferran a la condición última del ser y del vivir, ‘ya habrás comprendido el significado de las Ítacas’.
(*)José Mª Muñoz Quirós, abulense, profesor de literatura. Premios Ateneo de Salamanca, Tyflos de la ONCE entre otros. Destacamos los libros Razón de luna, La estancia, Carpe diem, y Avilas al alimón con el pintor Díaz-Castilla
Ilustración del artículo con un dibujo que Antonio Quintana hizo para la traducción de los poemas de Cavafis hecha por Alfonso Silván.
(artículo aparecido en la revista ‘Caminar Conociendo’ número 5, en la página 31, de julio de 1996)
1 comentario:
Estuve viendo ayer, en Trujillo un libro de poemas, "El fuego inviable". Buscaba un poema moderno para comparar la evolución.
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