sábado, 30 de enero de 2010

Jacques Roumain: Negro, nigger, mugre negro (*)

Jacques Roumain: Mugres negros

(poner aquí este poema es un pretexto para que no se olvide la tragedia del pueblo haitiano; recordarlo en uno de sus poetas)

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Y bien así es;
nosotros
los negros
los niggers
los mugres negros
ya no aceptamos
tan sencillo
se acabó
ser en África
en América
sus negros
sus niggers
sus mugres negros
ya no lo aceptamos
les sorprende
decir: sí señó
cuando limpiamos sus botas
sí padrecito
al misionero blanco
sí amo
al cortar para ustedes
la caña al cosechar
el café
el algodón
el cacahuate
en África
en América
como buenos negros
como pobres negros
como mugres negros
que éramos
que ya no seremos
Se acabaron ya verán
nuestro yes Sir
oui blanc
sí señor
y
cuidado, sargento
sí, mi jefe
cuando se nos dé la orden
de ametrallar a nuestros hermanos árabes
en Siria
en Túnez
en Marruecos
y nuestros camaradas blancos en huelga
muertos de hambre
oprimidos
expoliados
como nosotros despreciados
los negros
los niggers
los mugres negros
Sorpresa
cuando la orquesta de sus cabarés
de las rumbas y los blues
les toque otra cosa
que no esperaba la putería aceda
de sus padrones y zorras enjoyadas
para quien un negro
es sólo un instrumento
para cantar, verdad
para bailar, of course
para fornicar, naturlich
sólo un artículo
que se compra se vende
en el mercado del placer
sólo un negro
un nigger
un mugre negro
Sorpresa
jesúsmaríajosé
sorpresa
cuando agarremos
con risa terrible
al misionero por la barba
para enseñarle ahora nosotros
a patadas en el culo
que nuestros abuelos
no son
galos
que nos importa un carajo
un Dios que
si es el Padre
bueno entonces nosotros
los negros
los niggers
los mugres negros
a creer que no sólo somos sus bastardos
inútil berrear
jesúsmaríajosé
como odre podrido reventando mentiras
tenemos que enseñarte
lo que en definitiva cuesta
predicarnos a punta de chicote y yo pecador
la humildad
la resignación
de nuestra suerte maldita
de negros
de niggers
de mugres negros
La máquinas de escribir mascarán órdenes de represión
castañeando los dientes
fusilen
ahorquen
deguellen
a esos negros
esos niggers
esos mugres negros
Embijados como enloquecidas moscas de carroña
en la telaraña de las gráficas
desplomadas de la bolsa
los grandes accionistas de compañías mineras y forestales
los propietarios de destilerías y plantaciones
los propietarios de negros
de niggers
de mugres negros
y el teletipo delirará
en nombre de la civilización
en nombre de la religión
en nombre de la latinidad
en nombre de Dios
en nombre de la Trinidad
en nombre de Dios pardiez
tropas
aviones
tanques
gases
contra esos negros
contra esos niggers
contra esos mugres negros
Demasiado tarde
hasta el corazón de las selvas infernales
retumbará precipitado el tartamudeo terrible
telegráfico de los tam-tams infatigables repitiendo
repitiendo
que los negros
ya no aceptan
ya no aceptan
ser sus negros
demasiado tarde
porque habremos surgido
de las cuevas de ladrones de las minas de oro del Congo
y de Sudáfrica
demasiado tarde será demasiado tarde
para impedir en las plantaciones de Luisiana
en los grandes ingenios de las Antillas
la cosecha de venganza
de los negros
de los niggers
de los mugres negros
será demasiado tarde se lo digo
porque hasta los tam-tams aprenderán el idioma
de la Internacional
porque hemos escogido nuestro día
el día de los mugres negros
de los mugres indios
de los mugres hindúes
de los mugres indochinos
de los mugres árabes
de los mugres malasios
de los mugres judíos
de los mugres proletarios
Y aquí estamos de pie
todos los condenados de la tierra
todos los justicieros
yendo al asalto de sus cuarteles
de sus bancos
como un bosque de antorchas fúnebres
para acabar
de una
vez
por
todas
con este mundo
de negros
de niggers
de mugres negros

///

Del libro 'Poesía negra de América'. Bliblioteca Era. 1976
Traducción de Jorge Alberto Manrique

(tomado de: http://migueleguedez.wordpress.com/)
http://migueleguedez.wordpress.com/2010/01/18/mugres-negros-jacques-roumain-poeta-haitiano-1907-1944/
(*) El título es nuestro

martes, 26 de enero de 2010

Nombrar a Anthony Phelps y a Rony Lescouflair es recordar a Haití (*)

A propósito de Haití

Por: José Carlos Yrigoyen

Tomado de: http://www.elhablador.com/blog/

“Oh país mío, tan triste es la estación / que ha llegado el tiempo de hablarse en señas”, escribía el poeta haitiano Anthony Phelps a finales de la década del sesenta en su vibrante poema “Mon pays que voici”. Phelps, nacido en Puerto Príncipe en 1928, ya por entonces había publicado dos libros fundamentales para entender la poesía haitiana contemporánea: Éclats de silence, en 1962, y el que da nombre al poema antes citado, en 1968. Había pasado años en las infernales prisiones del duvalierismo, iniciado unos años atrás su exilio en Canadá, el cual se remontaría hasta mediados de los ochenta; era parte de esa generación de poetas cuya voz había surgido casi al mismo tiempo que la llegada del torvo Francois Duvalier, y al igual que sus compañeros, había elegido convertir su poesía en un arma y su obra en la denuncia del régimen que hacía padecer horrores medievales al pueblo haitiano. “Quién no duda ante el esfuerzo por cumplir / ante la ostentación de un mundo por construir o reconstruir / cuando la podredumbre febril lo roe hasta su síntesis / hasta su profundo desdoblamiento.” Se preguntaba Rony Lescouflair en la cárcel, donde había ido a parar por sus poemas contra el autonombrado presidente vitalicio, el que mandó erigir un enorme panel en la bahía de Puerto Príncipe compuesto por gigantescas letras rojas donde se leía esta frase pronunciada en alguno de sus inacabables y paranoicos discursos: “Yo soy la bandera haitiana, una e indivisible”, aquel que un día lo mandó matar mediante su brutal policía al darse cuenta que ni las amenazas ni las torturas podían silenciar sus llamados de pasar a la acción para destronar al opresor: “No basta tener sed para hacer brotar la fuente. Es necesario escarbar la tierra hasta lo más profundo de sus entrañas, y con los propios dedos”. La poesía haitiana coincidía en que había temas urgentes que tratar, y que no sólo era su misión describirlos sino ser parte activa del cambio de las cosas. Rehuyó el puro lamento y el miserabilismo –al menos en sus poetas más destacados- y el terror la volvió lúcida, aguda y muchas veces hasta paródica, en un intento de reflejar una realidad que a veces no se podía tomar de otra manera: “Tres veces cantó el gallo; / Pedro no traicionó: / se hizo diplomático”, escribió Lescouflair unos meses antes de convertirse en uno de los tantos mártires que la poesía haitiana cuenta en sus filas.

Lescouflair no dejó una obra muy amplia, pero sí un libro rotundo, Notre amour, le temps, les espaces, de 1965, que marca una época en la resistencia literaria de su país. Luego de su muerte, Notre amour… se convertiría en uno de los poemarios haitianos más reeditados de las siguientes décadas, y los versos que contiene tornarían en cantos de batalla para los intelectuales y estudiantes en la oposición: “Tengo la angustia de las tinieblas en mi nuca / Tengo el calor de los golpes / ignorado bajo mi piel. / Que se levante al fin el sol / y ahuyente mi miedo.” La historia es parecida con otro poeta y narrador víctima de las huestes de Papá doc, Jacques Stephen Alexis (1922–1961), que a pesar de haber desaparecido bastante joven dejó un par de novelas ya clásicas en Haití y Francia, Mi hermano, el general sol y Les Arbres Musiciens, además de una gran cantidad de poemas de corte izquierdista, entre las que destacan algunas piezas conformadas por imágenes despojadas que sin necesidad de propaganda retratan notablemente el inhumano estilo de vida del ciudadano haitiano. Es interesante que la dictadura, de alguna manera bastante retorcida, eso sí, haya intentado combatir la poesía de estos y otros autores con una lírica ínfima, mesiánica y totalitaria. A finales de los cincuenta la Imprenta Nacional distribuyó elegantes folletos en cuyos forros aparecía la bandera del país con el rostro de Duvalier. En la publicación se incluían cánticos y poemas divididos en secciones tituladas Sacramentos Duvalieristas, Los Diez Mandamientos del Duvalierismo, Actas de Fe y Esperanza de Papá Doc, Letanías a la gloria del Presidente Vitalicio. Ningún tirano de América fue tan lejos en su voluntad de deificarse.

Porque vivió más que la mayoría de sus compañeros y tuvo tiempo para forjar con paciencia una obra personal y sólida, además de poseer un talento poco común, Anthony Phelps es aquel que con mayor fortuna repasa en sus libros el destino de Haití en el tiempo de la dictadura de Duvalier y su tormentosa historia posterior. Durante los setenta entregó el bellísimo Motifs pour le temps saisonnier, de 1976, donde encontramos la confirmación de una madurez y el hallazgo de una serenidad contemplativa que busca soluciones ante una autocracia que se va eternizando: “Todo un pueblo agobiado de silencio / Se desplaza en el mutismo arcilloso de los abismos / e inscribiéndose en las retinas / el movimiento verbalista reemplaza al verbo / Dondequiera la vida se queda en suspenso.” Su mejor libro es Orquídea negra, publicado un año después de la caída del hijo de Duvalier. Es uno de los pocos libros de Phelps que se han traducido íntegramente al español, gracias a la editorial mexicana Plural.

Ayer lo extraje de mis libreros y me puse a hojearlo, luego de releer las noticias del terremoto que ha destruido Puerto Príncipe y las principales ciudades haitianas. Contrastar la esperanza de los versos de poemas como “Tipografía Celeste” con las imágenes de estos días ha sido, quizá, una forma de rezo, una invocación por una tregua para una nación a la que desde su fundación le resulta imposible dejar de sufrir

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(*) El título es nuestro