miércoles, 19 de diciembre de 2007

Neruda: 'Oda al Cactus de la Costa'

Un día
para tí,
para todos,
saldrá
desde tu corazón un rayo rojo,
florecerás también una mañana:
no te ha olvidado hermano,
hermana
no te ha olvidado,
no
la primavera:
yo te lo digo,
yo te lo aseguro
porque el cacto terrible,
el erizado
hijo de las arenas
conversando
conmigo
me encargó este mensaje
para tu corazón desconsolado.

Y ahora
te lo digo
y me lo digo:
hermano, hermana,
espera,
estoy seguro:
No nos olvidará la primavera.

*
Pablo Neruda
(Nuevas odas elementales)

jueves, 6 de diciembre de 2007

José Mª Amigo Zamorano: El Alijar navero en Urbano Blanco Cea

Acabábamos de hacernos cargo, mi esposa y yo, de la biblioteca de Las Navas del Marqués cuando recibimos un libro de Urbano Blanco Cea. Entonces yo escribí una letras que he encontrado por casualidad en un anuario. Sé que se las envié al corresponsal de 'El Diario de Ávila'. Supongo que lo firmaría él como si fuera su autor. Por entonces hice muchos escritos que luego firmaban los corresponsales. Fui una especie de 'negro'. No me importaba. Lo que quería es que se hiciera público lo que hacíamos en la biblioteca. Lo de menos era la firma del autor. Lo recuerdo ahora que Urbano Blanco Cea me ha enviado, por correo electrónico, el último de sus libros: 'El Alijar jara en flor', número 36 de la colección 'el toro de granito' que dirige mi buen amigo el poeta Jacinto Herrero Esteban. Me dice que lo presentó, aquí, en Las Navas, en el nuevo local que ha inaugurado la Caja de Ahorros de Ávila hace pocos días. Tengo que decir que cuando me lo envió yo no tenía el 'ordenata' porque se me había estropeado. Pero, con las ganas de leer lo que había escrito, me fui a sacarlo a un ciber. Un poco caro me salió. Y más cuando me acerqué a la exposición de pintura que se exhibe en ese local de la Caja que he mencionado más arriba. Y es que allí estaba, a la venta, el libro de Urbano. Seguro que a los diose no les gustaron mis maldiciones: valía casi un tercio menos de lo que me había costado en el ciber.

En fin... lo que escribí, antaño, fue lo siguiente:

"Un hermoso libro de poemas, de pasta marrón, en papel verjurado, ha entrado en esta biblioteca. Su autor: Urbano Blanco Cea. Su título: Lágrimas de ciego. Del que se han impreso 500 y éste es el número 20. Número 20 que, en nuestra biblioteca, se ha transformado en 12.563.


Amigo Urbano, acabo, como quien dice, de llegar a tu pueblo, no te conozco de nada, no sé quién eres, pero quiero comunicarte que con este número 12.563 ya estás en esta biblioteca, ya has cumplido "emocionado el sueño de figurar en su catálogo".Que lo sepan todos los naveros. Que lo sepan los pinos y los robles. Que este pregón vaya de risco en risco. Y lo oiga hasta Magalia.


Los maestros que te enseñaron a leer sentirán con orgullo que su semilla germinó.


Los mecenas que han invertido en sueños saben que tienen una realidad tangible.


Las Navas del Marqués debe saber que tiene, si no un poeta, si un "diletante escribidor". Por sus poemas se pasean, como por un jardín florido, los románticos, junto a Machado y Lorca.


Sobre tus versos, "buenos o malos" o "buenos y malos" que tú ya sabes que "de todo hay en la viña del Señor", levita un espíritu romántico y también machadiano y lorquiano.

Si te digo que no vas con la moda, que no se hacen los poemas, hoy en día, así, no te descubro nada: en tu "exordio" nos aclaras que has hecho lo que te gusta, que se es feliz haciendo lo que se quiere.

Te animo a que sigas en esa línea de sinceridad. Sabes que, a veces, como dice Goethe, "nuestros hechos nos amargan la existencia". De modo que, siendo siempre uno mismo, es una manera, como otra cualquiera, de no amargarnos la existencia.

Yo suelo decir, de los álbumes de fotos, que son semejantes a panteones donde vamos guardando nuestras muertes sucesivas. Así los libros en las bibliotecas. Así el tuyo. Pero, al menos, se guarda en un lugar cálido. Y entrañable para ti. Y no en los gélidos frigoríficos que son esos panteones donde yacen, descansando de su arduo y duro trabajo a pico y pala, príncipes y monarcas, como en El Escorial. Tu fragmento de vida podrá, así, ser hojeado o leído en esta Biblioteca Pública Municipal de Las Navas del Marqués: "tu pueblo amado", "tu hogar".

Y como deseo que lo conozcan... ¡todos!... ¡que lo sepan todos!... lo repito, bien en alto, para que mi voz llegue hasta el ganadero que está echándole forraje a su ganado, hasta el barrendero que recoge incesante las hojas caídas del otoño, hasta el obrero que va a Madrid por la mañana temprano, hasta el ama de casa colocando la loza en la alacena, hasta el cabrero de rostro curtido por los aires helados de los altos... ¿queda alguno?... ¡ah, si! ¡quedan, quedan!: el bancario, el maestro, el oficinista, el camarero, el librero... ¡Oidlo bien!: ¡Las Navas del Marqués tiene un diletante escribidor! ¡Se llama Urbano Blanco Cea!."

No sé lo que aparecería en el diario citado de todo esto que escribí. No guardo copias de eso. Soy un desastre. Pero, ahora, leído después de numerosos años, creo que poco tengo que añadir, salvo dos cosas: Una): si, Urbano escribe como se hace ahora. No hay tendencias en una dirección determinada. Eso se acabó. Ahora cada uno escribe como quiere. Como él. Y eso está muy bien. Dos): Urbano no es un poeta que cante a Las Navas, un bardo de las hazañas de su pueblo, es un poeta de Las Navas del Marqués, nacido en este pueblo abulense, enamorado de su tierra. Nada más.

Hacía, antes, mención de los artículos que por entonces escribí. Algunos estuvieron dedicados a esta colección, 'el toro de granito', que estuvo olvidada décadas y sus libros, abandonados o arrumbados por organismos como la Diputación, aparecían tirados por pasillos... ¡Una dejadez! Yo recordé esa desidia e hice un homenaje a la labor que, con esa colección, llevó a cabo el poeta Jacinto Herrero Esteban. Como eran muchos los poetas que incluyó, entre ellos grandísimos poetas como el nicaragüense Ernesto Cardenal o la española Carmen Conde, me dediqué a comentar solo los que eran de Ávila. Es decir, cinco a seis poetas, de los cuales había uno de Las Navas del Marqués que hoy está en Colombia como profesor destacaddo en Ciencias de la Comunicación, si mal no recuerdo. Del resto, me viene a la mente ahora un tal Moises Gómez, un abogado abulense que creo vive por la provincia de León (del que dicen que no es mal poeta y a mi no me gustó nada) y el propio Jacinto Herrero Esteban. Parece ser que el hecho de denunciar esa dejadez no le gustó a las autoridades. Es buena señal porque quiere decir que di en el blanco. Luego se vengarían no dando un duro para las actividades que se hicieron en la Biblioteca Pública Municipal de estas Navas que dicen 'del Marqués'. Lo cierto es que se agitó el ambiente cultural abulense que estaba por aquellos años muerto o al menos dormido y pocos después se reanudó la colección. Algo tuve que ver, para qué negarlo, en esa reanudación de la colección 'el toro de granito' que ahora ha publicado a otro navero: Urbano Blanco Cea.

martes, 6 de noviembre de 2007

Tajar Benyelún: 'Septiembre 1970. Al día amante y gira'

Me habían garantizado una cántara de miel pura
yo era ceremonioso y socarrón
me antecedían
con la mano tendida hacia el poniente
le recité
a las avecillas de las arenas
sílabas de mi canto:
cambien de color y síganme
abandonamos el desierto
por un poco de miel y fulgor
el tiempo pasará
sin rozar sus alas
la jornada será azul
como en la leyenda
tal es la palabra
nuestro destino
vamos hacia el frente
sin esperar el viento
arañazos cerrados
aprendí
que ardientes manos
paran al sol en las pingorotas del peñasco
el ojo de los niños
sangra en la aurora
que tejió su cabellera
en el légamo seco de septiembre
oigan esa canción
es la llamada de las dunas
lejos de las ciudades aplacibles
bailan
el pájaro horada las nubes
que liberan las manos difuntas
surgimos
con escrituras en la frente
nuestra estrella
se levanta una vez al año
desnuda en el horizonte
se yergue la tierra
al día amante
y gira

*

Tajar Benyelún
(Le disccours du chameau)

martes, 16 de octubre de 2007

Libros: Mamie Mason

La literatura negra norteamericana tiene un nombre propio, Chester Himes. Autor que desde los inicios se preocupa por las relaciones negros/blancos (hombre negro - mujer blanca) Sus novelas son siempre una gota de agua fresca, aunque terminen en frustración.

lunes, 10 de septiembre de 2007

José Mª Amigo Zamorano: 'La Higuera y La Fuente del Amor'

A Flavien Ranaivo


Cuentan que hubo una vez, hace tiempo, en una de las doce colinas de Imérina, en la meseta central de Madagascar, una fuente que manaba entre las rocas un agua fresquísima y que cerca creció una higuera tan grande y tan frondosa que acudían a ella muchas avecillas y entre sus ramas se declaraban amor eterno.
A su sombra, algunos jinetes dejaban sus caballerías, mientras bebían el agua de la Fuente del Amor que, así, con ese nombre, de esa manera, la denominaban. O bien se bañaban en una poza o alberca que, más abajo, en una hondonada, la fuente alimentaba.
A pesar de todas estas virtudes, no era muy visitada por las gentes del valle que a sus pies se veía, debido a la enorme dificultad de llegar hasta allí.
Sin embargo, cuentan que, una buscadora de aguas, solía acudir muy a menudo con su cántaro. Desde aquel lugar, sentada a la sombra de la higuera, contemplaba los arrozales de su valle.
La buscadora de aguas era una moza muy hermosa: tez de ámbar, labios rosados, ojos de almendra… Contaban que ascendía como paloma, sendero rocoso, abrupta pendiente, agarrándose a piedras de las formas más caprichosas que por allá abundaban, hasta arribar a su fuente preferida, la Fuente del Amor. Llegaría acezando, abiertos sus labios de rosa para acercarlos sedientos a la fuente amorosa. Labios que, sin embargo, eran atractivos; atractivos y, se contaba con cierta ironía, posiblemente mentirosos; lo decían porque, a la joven y hermosa buscadora de aguas, le gustaba mucho hablar y ya dice el refrán: quien mucho habla, mucho yerra.
La buscadora de aguas sabía, por haberlo recorrido muchas veces, que a la vuelta del último repecho, la esperaban al principio, la higuera y la fuente y luego, tras su encuentro fortuito, su mozo de la meseta.
De regreso, desciende, cauta pero segura, la pendiente. Él, el mozo de la meseta, la ve asirse de vez en cuando, con una mano a las hojas de áloes, lisas y puntiagudas, mientras que, con la otra, sostiene el cántaro de barro.
¿Qué puede soñar bajo su lamba que moldea unos seños, imaginados por él, como firmes, suaves y puntiagudos? ¿Con qué puede soñar ese cuerpo que tanto conturba a ese hombre que se queda sentado, ahí, junto a la higuera, mirándola?
Un día la conoció viéndola subir con su lamba, agitado por el viento, que parecía aletear como una paloma colina arriba. Y luego cuando estuvo cerca de ella junto a la fuente y le habló, quedó prendido de sus labios de los que manaban palabras como agua del manantial. Desde ese instante, ya no fue el mismo.
Todos notaron que algo le había sucedido al mozo de la meseta, sin saber la causa, ya que pasó de sosegado, tranquilo, prudente, manso, pero un poco triste, a convertirse en alegre y nervioso, sobre todo por la mañana de ese verano y siempre pendiente de la hora de la comida. Comía presuroso. Luego, inmediatamente, a mediodía, a esa hora en que el sol más aprieta, montaba su caballo y, a galope tendido, por toda la llanura de Imérina, salvando muros, sorteando espinos, brincando el riachuelo peligroso que cruza en medio del recorrido, corría hasta su amada; la mirada, fija, al frente: en la cabeza del caballo; su cara morena, sus ojos de almendro, azotados por el viento ardiente de la llanura imerniana; sus labios aceitunados, lisos y puntiagudos, estaban ya entre las hojas de la higuera antes de llegar; las manos, alargadas y finas, sujetan las riendas, espantan moscas, acarician el cuello del caballo... Su cuerpo sudoroso, castigado por el duro trabajo del campo en verano, levita. Llega, siempre, antes que ella a la higuera. Deja el caballo a la sombra. Se zambulle en la alberca de la fuente. Se seca. Se viste. Se sienta. Espera… ¡Ahí está! ¡Ya viene! ¡Ya llega… cuesta arriba! Suspira… Últimamente no iba todos los días a la cita y se quedaba triste.
Cuando se presenta lo inunda de besos y lo envuelve de palabras. Él no dice nada. ¿Para qué?... La mira. La admira. La quiere. Y, con la lluvia incesante de palabras, con la música de vocablos que sale de su boca, lo arrulla, lo embriaga, lo adormece, lo acoge en su seno… Cierra los ojos y se duerme. Ella lo mira, lo acaricia, lo besa. Luego se va.
Así son sus citas: castas, limpias, puras, inmaculadas.
Cuando él se despierta, coge su caballo y, apresuradamente, vuelve a su trabajo en la aldea.
Cuentan que una noche, en la fiesta de una aldea de la llanura de Imérina, ella sintió deseos imperiosos de estar a solas con él y le propuso una galopada hasta la higuera y la Fuente del Amor.
La noche estaba blanca como la leche. Las vacas de la luna, recién paridas, no necesitan ordeño para donar su líquido blanquecino; las ubres lo regalaban: llenando hondonadas, pintando montículos, señalando grietas, alumbrado vallas… El arroyo brilla con un resplandor de leche metálica. Y las estrellas, igualmente maculadas de leche, se pierden… se pierden en el gran río de la Vía Láctea.
La noche estaba tibia, como tibio está el cuerpo del jinete al que ella se abraza temblando. La noche invitaba al paseo a la luz de la luna. El caballo respira fuerte el aire nocturno, blanqueado por la luna. Relincha. Se acerca velozmente al riachuelo. Salta. Mas, por desgracia, acostumbrado, como está, al peso de un solo jinete no llegan, sus patas, a la otra orilla, resbala, se tropieza y cae, lanzando a la pareja al suelo.
Se cuenta, y no hay razones para pensar nada en contra, que la moza, buscadora de aguas, labios de rosa, ojos de almendra y tez de ámbar, se levantó conmocionada por el golpe, acudiendo presurosa a ver a su mozo moreno, de ojos almendrados y labios lisos y puntiagudos, que yacía, en el suelo, como muerto. Se dice, y debió ser verídico, que al verlo así, despatarrado, sangrando y sin moverse, se mesó los cabellos, se rasgó las vestiduras y llorando y gritando y corriendo, marchó a pedir socorro.
También cuentan que, días después, acudió a visitarlo al lugar donde lo estaban curando. Lo halló, horrorizada, inconsciente aún y con una pierna cortada, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Cuando, al cabo de muchos días, el mozo de la meseta, volvió a la consciencia lo primero que hizo fue preguntar por ella; diciéndole los familiares y amigos que había venido, una vez, a visitarlo. No atreviéndose a comunicarle que, al día siguiente de recibir su visita, en el recinto donde yacía postrado, la moza, ojos de almendra, tez de ámbar, moldeados los seños, (que él presentía firmes, suaves y puntiagudos), por el lamba, cogió su cántaro y emprendió subida, sendero rocoso, abrupta pendiente, agarrándose a piedras de las formas más caprichosas que por allá abundaban, hasta arribar a su fuente preferida, hacía la Fuente del Amor. Y nadie la ha vuelto a ver, ni viva ni muerta. Aunque, dicen, algunos, las malas lenguas, que se…

jueves, 6 de septiembre de 2007

Nordin Tidafi: 'Sol de mi Tierra' (8)


Paz al duelo más próximo y dentro de las lágrimas.

Paz al huérfano todavía sorprendido de dolor.

Paz sobre el herido que la memoria pierde.

Paz al enfermo demasiado preciso, delante de la multitud reconocido.

Paz al centinela de los Atáfs, hermano rugoso bajo el eucalipto.

Paz a la frágil muchacha de Tenés, su fusil bajo la lluvia.

Paz al francotirador, cómplice del alba en el desfiladero de Tachdenet.

Paz al camillero, ansioso de tiempo y fraternidad.


Ellos son la fibra innombrable de la misma esperanza váida.



Nordín Tidafi

(De la antología 'Diwan africano. Poetas de expresión francesa'. Selección, prólogo y notas de Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura 1988. Palacio del Segundo Cabo O'Reilly número 4, Habana Vieja. Ciudad de La Habana, Cuba)

lunes, 20 de agosto de 2007

Jean-Joseph Rabearivelo: 'Amanecer'


Amanecer


Camaradas, amigos, una pregunta tan solo:

¿No habéis visto ya a la aurora dirigirse,

como una coqueta, al paraíso de la noche?

Pues contemplazla ahora mismo, que retorna

por los anchos senderos del cardinal Este

invadidos, llenos, de gladiolos floreados:

toda ella embadurnada, maculada, de leche

como una niña criada antaño por terneras:

sus manos, que sostienen una antorcha,

están negras y azules cual labios infantiles

hartos de masticar las moras de las zarzas.

La anteceden, se escapan, alzando el vuelo,

los pájaros que, en la celada, ella encerró.

*

Jean-Joseph Rabearivelo
('Amanecer', versión libre de Iswe Letu de este poema del libro 'Presque-Songes', 1934)


lunes, 30 de julio de 2007

José Mª Amigo Zamorano: de bienestar, armonía y plenitud vital

El libro, Palabras para el Bienestar, que Ediciones Obelisco acaba de publicar, ahora, en julio, es de Concha Barbero; tiene por subtítulo 'Un camino hacía la armonía y la plenitud vital'. Se resume así el viaje interior que la autora ha emprendido en pos de la felicidad. Meta no exenta de dificultades; dificultades que va sorteando, poco a poco, ayudada con una buena dosis de lecturas de los más diversas orígenes, sin desdeñar los de una u otra tendencia ideológica, que incorpora para conseguir una buena arribada a esa isla de la felicidad llamada armonía interior y plenitud vital.

Así, hallamos en su zurrón los personajes mas variopintos: desde Nelson Mandela, Bernar Shaw, Simone de Beauvoir... hasta René de Chateaubriand o Teresa de Calcuta o místicos indúes... incluye haikus japoneses o poetas como el cósmico vate de la democracia yanqui, Walt Whitman, por nombrar algunos.

Todo lo aprovecha con tal de llegar a ese paraíso o utopía del Hombre que ha sido siempre la Felicidad. Podrá parecer contradictorio que espigue a derecha e izquierda. Pero no. No lo es. Porque de lo que se trata no es de cambiar el mundo en sus estructuras sociales y económicas, como intentara antaño, por ejemplo, Carlos Marx (El Marx que consideraba al individuo feliz si con su trabajo alcanzaba a hacer felices al mayor número de personas) no se trata de hacer un cambio revolucionario al estilo de Carlos Marx, no, sino cambiar solamente su mundo: el de Concha Barbero: es ella la que se quiere cambiar para llegar a esa plácida llanura a la que aspira.

Podría decirse que su mirada no quiere, conscientemente, abarcar más allá de sus entrañas y del entorno en el que se desenvuelve. Es un cambio en las pequeñas cosas que son las que pueden darnos la felicidad o convertir nuestra vida en un infierno. Un camino, en fin, para andar por casa, comoda, alegre, confiada...

Y, para ello, en primer lugar, tiene que conocerse a si misma, como ya aconsejara Sócrates, a quien también cita. Todo para desprenderse de polvos y pajas, de rebabas incrustadas, de errores futiles, de comportamientos incorrectos, o genios intempestivos, o enfados estúpidos, pueriles... Si eso se logra, y lo logra, es como ir consiguiendo paulatinamente esa armonía interior que hará cambiar a su vez el entorno. Porque, y aquí recordamos un dicho muy manejado, 'La caridad bien entendida empieza por uno mismo'. Y si uno está conforme consigo ha llegado al ser y entonces comulga con el universo y todos felices y contentos y...

Se podrá estar, o no, de acuerdo con este planteamiento, pero lo que si está claro es que plantea una cuestión importante: cómo ser coherente. Y para ello, para apartar contradicciones del sendero, se necesita hurgar en uno mismo, analizarse...

Un libro que nos enfrenta a nosotros mismos y que, además, está bien escrito, con un lenguaje claro, sencillo, sin una palabra más alta que otra y con la cita oportuna y popular en su lugar conveniente.

Para ser su primer libro, es un buen comienzo que augura otros, que serán interesantes de leer.

viernes, 27 de julio de 2007

jueves, 26 de julio de 2007

Jorge Guillén: Alba marina, sol, terrestre aurora



Se nivela un claror: el alba por su mar.

Alondras, desgajándose de brumas y rumores,

-¡Cuánta avecilla enhiesta para el amanecer!-

enlazan canto y vuelo por la luz que va al mundo.



Se ahinca entre raíces la aurora: huele a sol.

*

Jorge Guillén

jueves, 28 de junio de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Un paseo por la Judería



La carta de su prima le encantó y el relato muy ajustado a la realidad; si bien con algún ramalazo reaccionario.

Cuando terminó de leerlo se durmió profundamente.

Se despertó, muy temprano, cuando el sol comenzaba a iluminar el horizonte montañoso. Abrió la ventana. La algarabía de los pájaros contrastaba con el silencio del pueblo solo interrumpido por los golpes de algunas puertas al cerrarse, los toses o carraspeos de los madrugadores o por la insistente y reiterada negativa del motor de un coche a arrancar.

No había ni una nube.

La atmósfera serena hacía que el humo de las chimeneas se elevara derecho hacia el cielo azul dando testimonio a los dioses madrugadores de que su fichaje de entrada en la factoría terrenal se había realizado en el tiempo y modo conveniente.

La actividad humana, por tanto, recomenzaba con el nuevo día y con ella se lanzó León a la calle dispuesto a cumplir con un impulso atávico.

Su objetivo laboral: visitar la judería.

Tras atravesar el puente del río Ambroz donde, antaño, se despidieran el rabino Efraím Anqaua y su amada Sara, adentróse entre sus callejas.

Las puertas atrancadas. Las carreteras con los cerrojos corridos. Las ventanas, con sus párpados cerrados, parecían ciegas. Las casas semejaban fantasmas paralizados en el tiempo. Y las paredes, parduscas de barro amasado con paja para que adquiriera mayor consistencia, mostraban las rugosidades propias del paso inexorable del tiempo; como se hacían patentes en el rostro del observador tempranero.

Imaginóse a sus hermanos pisando el barro con los pies desnudos para que se mezclara con la paja; luego, pacientemente, volcarlo en los moldes rectangulares de madera; extraer las plantillas para que el adobe se secara al sol y, mas tarde, cuando estuvieran secos y en cantidad suficiente, construir sus casas ayudándose unos a otros.

Dejóse llevar al albur, sin rumbo fijo, de calle en calle: Rabilero, Sinagoga, Del Vado, Cuestecilla...

La estructura primitiva del barrio y de las casas tal vez indicara, al menos él tenía esa convicción, una riquísima vida de comunidad volcada hacia dentro; y, muy probablemente, lo que por fuera aparecía cerrado a cal y canto el interior tendría numerosas vías de comunicación para facilitar esa vida colectiva comunitaria no reñida con la intimidad familiar.

Sorprendióse paseando por una estrecha callejuela cerrada al fondo por unas carreteras con el peculiar saledizo de muchos corrales; dejando ver ya los primeros brotes primaverales, por encima de él, sobresalían las ramas de una higuera; no era difícil comprender que se trataba de las puertas traseras de una vivienda donde antaño habitó un sefardí; por dentro, sin duda, el corral estaría dividido en varios compartimentos: establos con pesebres para las vacas, mulas o caballos, pocilgas para los cerdos, tenadas o cabañales para el almacenaje del heno y los manojos de sarmientos; y, quien sabe, si alguna bodega subterránea no abriría su entrada en dicho corral almacenando vino que luego serviría, en ocasiones como en la Fiesta de la Pascua, para saborear las cuatro copas como manda la tradición o para superar o disimular las amarguras de un mal año de trabajo.

Acaso se oyera desde el callejón el golpeteo periódico del martillo sobre el yunque en la fragua de un herrero judío; por aquella callejuela pasaría el ganado feliz a pastar o sufriría sabiendo que iba a sudar de lo lindo tirando de un carro o tras la mancera del arado; las paredes habrán guardado el olor al estiércol sacado, en asnales repletos, a espaldas de los moradores de la casa; y quien sabe, por qué no, guardaría la declaración amorosa o el abrazo furtivo de aquellos amantes, que, conmovidos los cimientos de su carne, no pudieron dominar la tentación de abrasarse a ritmo del martillo -le vienen a las mientes esos pensamientos recordando el nombre de otra estrecha calleja de alguna judería, no recuerda donde, apellidada "Abrazamozas" o -y aquí esboza una sonrisa- tal vez el viejo Solomo, sempiterno emporrado, sentiría orgulloso su penúltima erección, satisfecho de no perder "las buenas costumbres" como el solía repetir constantemente, según se contaba con algazara en las reuniones familiares.

Se tocó instintivamente sus genitales: también él se perturbaba pensando en Sara.

Pero la callejuela no solo habría abrigado esto: testificaría, si pudiera, sobre las místicas plegarias de algún devoto creyente o de fervientes rabinos, como su antepasado Efraím Anqaua; aquí León Saldaviel Anqaua, el incrédulo, vuelto a la pared inició un balanceo -que otrora le pareciera ridículo y que tanto escarnio, tanta mofa, hiciera de él como de otros ademanes litúrgicos de cualquiera creencia- y como un misericordioso devoto inició, brotándole espontanea de lo mas hondo del corazón, parte de una oración sinagogal del gran Yehuda Haleví aprendida de pequeño:

"El estandarte del favor me fue retirado; / el pie del arrogante es sobre mi yugo y carga. / Me veo castigado por mi grave culpa, / exiliado y cautivo, airado y enojado / donde no hay príncipes ni jefes, reyes ni señores. / Soy presa de la angustia ..."

--¡Neftalí! ¡Neftalí! -llamaba alguien al tiempo que se oía el descorrer de un cerrojo y se abrían las carreteras del fondo.

--¡Ya voy papá! -contestan.

--¡Arranca el motor! -repite la primera voz.

León interrumpió bruscamente su balanceo y su rezo al oír las voces; sintiose tan avergonzado que siente un vahído, se le nubla la vista al ver como desde el fondo de la calleja lo contempla un hombre y cae al suelo desmayado.

--¡Señor! ¡Señor! ¿Le ocurre algo? -vocea la misma persona acudiendo presuroso al lado del caído que ya vuelve en si.

--Me he mareado un poco pero ya se me ha pasado.

--Venga a casa conmigo hasta que se le pase del todo.

--No, por favor; gracias, muchas gracias; si no es nada.

--Que si, hombre: mi esposa le preparará un café con leche; ¿a qué no ha desayunado?

--No.

--Ve. Lo que yo había pensado. Ande, vamos.

El café con leche le reanimó.

--Y ¿que le ha traído por estos pagos?, si no es una indiscreción preguntarlo -le dijo el señor de la casa.

León le contó en breves palabras su origen judío y el impulso meramente sentimental, antes de irse a EE.UU., de su visita a Hervás.

--Por aquí hay refranes que nos apuntan a los de Hervás como judíos -dijo el extremeño- no sé que tendrá de verdad todo eso; aunque habrá nacido de algo, me parece a mi; la verdad sea dicha, nadie, creo yo, se siente judío en Hervás; bueno, nadie, nadie, sería mucho decir por mi parte; yo, al menos, no me siento judío; aunque los admiro, si señor, los admiro; y le puedo recitar unos versos, ahora que se puede hablar, que, de generación en generación, se han conservado en mi familia y que dicen son sefardíes; durante muchos, muchísimos años, se han dicho en voz baja, en secreto y con miedo. Me han dicho que son de un poeta judío español. Y si he de serle sincero no entiendo que puedan haber hecho daño a nadie.

--Dígamelos Ud.

--Con mucho gusto:

"El día que anidó la paloma en el nido del cuervo, / pensé: ¡ay! ya está el animal en el cubil. / Mejor es la negrura del cuervo por la mañana / que la blancura de la paloma al caer la tarde"

Le explicó León que ciertamente eran de un judío sefardí de nombre Yehuda Haleví y que la paloma representaba las canas, la vejez ; y el cuervo al cabello negro, la juventud.

Los días siguientes los pasó León entre las visitas a esta familia del barrio judío y sus paseos con el amigo Antonio Escudero.

Por fin llegó el día de su partida a Nueva York pero antes recordó que tenía que contestar a la carta de su prima Sara.

martes, 26 de junio de 2007

Aldelatif Laabi: Resiste Camarada

ni el primero ni el último
antes y después
he pensado en los otros
en el mismo espesor del dolor
cortado en el vértigo:
..................................
resiste camarada
no dejes ni un poco
de la sopa que te tiran
ni una migaja de pan
cúbrete como puedas
intenta dormir
cuida de tu preciosa salud
reune tus fuerzas
resiste camarada
roca inalcanzable
hierro templado
para así afrontar al enemigo
con tu soberbia...

Abdelatif Laabi
Fez, 1942

viernes, 22 de junio de 2007

martes, 12 de junio de 2007

Rubén Darío: Liberé mi intelecto (*)

Mi intelecto libré de pensar bajo
bañó el agua castalia el alma mía
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.

¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!

Rubén Darío

__________
(*) El título es nuestro. Los versos pertenecen al primer poema de 'Cantos de vida y esperanza'.

jueves, 7 de junio de 2007

Fernando de Rojas: Acerca del Vino(*)

Picasso: 'La Celestina'
Celestina:
'Asentaos vosotros, mis hijos, que harto lugar hay para todos, a Dios gracias; tanto nos diesen del paraíso, cuando allá vamos. Poneos en orden, cada uno cabe la suya; yo, que estoy sola, porne cabe mi este jarro y taza, que no es más mi vida de cuanto con ello hablo. Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar. Porque quien la miel trata, siempre se le pega a ella. Pues de noche en invierno no hay tal escalentador de cama. Que con dos jarrillos de estos que beba, cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. De esto aforro todos mis vestidos, cuando viene la navidad; esto me calienta la sangre; esto me sostiene continuo en un ser, esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca; de esto veo yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año. Que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza del corazón, más que el oro y el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza, pone color al descolorido, coraje al cobarde, al flojo diligencia, conforta los celebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del anélito, hace impotentes los fríos, hace sufrir los afanes de las labranzas, a los cansados segadores hace sudar toda agua mala, sana el romadizo y las muelas, sostiene sin heder en la mar, lo cual no hace el agua. Más propiedades te diría de ello, que todos tenéis cabellos. Así que no sé quien no se goce en mentarlo. No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo hace daño. Así que con lo que sana el hígado enferma la bolsa...'
La Celestina
(noveno auto)
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(*) EL titulo se lo hemos puesto nosotros

jueves, 24 de mayo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Decepción

La madre antigua rejuvenece esperando su llegada.

Remos lentos, rítmicos, melodiosos, cual estrellas fugitivas, avanzan a su encuentro.

Espera ver pronto su semblante en medio de la charla y floración de los pañuelos.

Pide un momento de dicha, un instante de calma, para su desconsolado sufrimiento.

Ese sufrimiento, que se le va a hacer, está absolutamente libre de esperanzas.

Brilla rojo, con rojiza generosidad, el sol. Como es costumbre en el sol de África.

La esperanza también enrojece: siempre enrojece... hasta el último momento.

Espera verla pronto aparecer y florecer entre la muchedumbre de sonrisas y pañuelos.

Remos lentos y melodiosos, generando chispazos en huida, avanzan a su encuentro.

Asoma en lo alto de cubierta. Baja. La bajan del barco. A su hija. Con sumo cuidado.

La ven: confirmada su hermosura, reafirmada de ese modo la belleza de su tez oscura...

Pura, atenuada morenez, pálida, casi blanquecina, helada... yerta. Tras el cristal del ataúd.


lunes, 21 de mayo de 2007

Falleció Eva Forest

No hubo para ella lucha que fuera ajena o lejana.

Fue encarcelada junto a su hija Eva, recién nacida, por su solidaridad activa con los mineros huelguistas de Asturias. Crea en Madrid en 1967 un Comité de Apoyo a Vietnam. En 1968, durante el primer estado de excepción franquista, desarrolla una intensa labor informativa contra la represión, editando regularmente el boletín de noticias "Información" y otro que llegó a ser célebre, "Estado de Excepción".

Y dos años después, al calor de la ola de solidaridad con las luchas del pueblo vasco y coincidiendo con el Proceso de Burgos, crea en Madrid el Comité de Solidaridad con Euskadi. La bestia fascista no podía tolerar tanta valentía, y aprovechando la provocación de la bomba en la cafetería de la calle Correo en la Puerta del Sol (atribuida por la policía franquista a "un comando ETA con apoyo comunista" ) es encarcelada durante tres años, recibiendo del partido en el que había militado únicamente rechazo y desprecio. El juicio nunca llegó a celebrarse, y sólo salió de la cárcel un día antes de las elecciones del 15 de Junio de 1977. Fue de aquellos presos políticos que la monarquía franquista mantenía como rehenes, pero cuya permanencia en la cárcel hubiera arruinado la imagen reformista ante los observadores extranjeros.

Ya en libertad empieza una minuciosa labor de investigación de testimonios y denuncia de la tortura omnipresente bajo el régimen juancarlista. Crea un grupo internacional de investigación, y edita numerosos trabajos cortos en revistas sobre denuncias, hechos verificados y técnicas de tortura empleadas por la policía y la guardia civil en sus centros de detención, sacando a la luz un siniestro panorama que nadie pudo negar, a pesar de que ni por conductos parlamentarios ni por otros canales oficiales se denunciaran.

A partir de 1977 ella y su marido, Alfonso Sastre, se ven obligados a dejar su querido Madrid y trasladarse a Hondarribia, una especie de exilio interior, precio pagado por su entereza política y su coherencia, ante una situación política que se iba enrareciendo progresivamente a base de consenso y retrocesos. Durante todos los años siguientes se dedica a labores culturales y de solidaridad internacionalista, a la colaboración con organizaciones de derechos humanos, y especialmente al trabajo en la Editorial Hiru, creada en 1990.

jueves, 17 de mayo de 2007

David M. Diop: 'Martirio' (literatura contra el racismo)

El Tiempo del Martirio



El Blanco mató a mi padre,

mi padre era altivo.

El Blanco violó a mi madre,

mi madre era hermosa.

El Blanco agobió a mi hermano bajó el sol de los caminos,

mi hermano era fuerte.

El Blanco volvió hacia mi

sus manos rojas de sangre

negra

y con su voz de Amo:


¡Eh chico, una butaca, una toalla, agua!


David M. Diop

martes, 15 de mayo de 2007

Kaddur M'Jamsadchi: 'Para ser feliz' (Literatura de lucha)


Qué hace falta para ser feliz

La salud

Una salud total

De carne y sangre

De perfume y amor

Y los montes en flor

Y el aire purificado de 'Min Yibalina'(*)

Y el pueblo de pie deshaciendo las tormentas.


Kaddur M'Jamdchi (1)


(1) Obras:

La devoilée (teatro)

Le silence des cendres (novela)

Oui Algerie (poemas)


(*) Nuestras montañas

domingo, 13 de mayo de 2007

Leopold Sedar Senghor: El totem (literatura antiracista)

El totem




Debo ocultar en lo más íntimo de mis venas

al Antepasado de piel de tormenta surcada de relámpagos y rayos

mi animal guardian, tengo que ocultarlo

para no romper el dique de los escándalos.

Él es mi sangre fiel que requiere fidelidad

protegiendo mi orgullo desnudo contra

mi mismo y la soberbia de las razas felices.



Leopold Sedar Senghor

(Cantos de Sombra)

viernes, 11 de mayo de 2007

Da Monzón y Karta Thiema

Pero el proverbio dice:

'Cuando un pajarillo sin nido le pide al Cielo desencadenar la tormenta, él será su primera víctima'.

(De 'Da Monzón y Karta Thiema')

'Ignoraba sobre todo que la selva no tiene puertas y que no se puede cerrar ni abrir a voluntad'

(De idem)

'Si el sol se alza y se pone
cada día del mismo lado del cielo,
los acontecimientos que él ilumina varian de tal punto
que algunos ven todo negro en pleno día.'

(De idem)

domingo, 6 de mayo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: En los Veneros del Pueblo



En los veneros del pueblo


¡Ah, el soldado, el soldado!...

El soldado que se fue casi sin nada, sin despedirse; tan solo una entrañable y sangrienta remembranza que llevarse a la boca; un recuerdo que se fue con el proyectil extraviado que se acantonó en su corazón; solo la corriente de agua besa su boca, fría, lujuriosa y delicadamente, como ella entiende que debe hacerlo en los cadáveres que caen próximos a sus veneros...

Había sido un impulso espontáneo --surgido, brotado, quizás, de la similitud con otra fuente o manantial de su pueblo-- lo que le había llevado a acercarse a ella, para enjugar sus labios de añoranza...

Lo hizo con apresuramiento, casi con avaricia, desatendiendo todas las reglas, todas las medidas de cautela que, en momentos de guerra, deben tomarse, mirando a los cuatro puntos cardinales, incluso a la bóveda celeste y al centro de la tierra, si fuera posible, ya que el adversario está, o puede estar, en cualquier parte y hasta revoloteando como las avispas en torno a los veneros...

Lo de las avispas estaba muy bien llevado pues avispero habían denominado todos la guerra en la que estaba inmersos por esos lugares montañosos... pero a él no le importaban las avispas que las veía, ahí, revolotear en torno a la fuente a la que se encaminaba y que tanto se asemejaba a la de su pueblo...

Y eso del avispero y las avispas --insistió su pensamiento-- era una equiparación muy expresiva...; ya sabía él, tonto no era, que el avispero al que mencionaban, era más peligroso que los avisperos reales que él conocía "desollado" --si "desollado" diría-- es decir: a las mil maravillas... Y que, indudablemente, estaban en cualquier parte: ya fuera el tronco de un árbol, o la hendidura de una roca, ya debajo de las pizarras del tejado, o entre las plantas de los pimientos de las huertas y podía esquivarlos...

Como podía evitar a esas avispas que se congregaban para beber, como él, a la fuente; "Venero" denominaban a una en su pueblo, evoca; otra "Venerillo", otra "Fontuana"... o aquella tan cadenciosa de "Palancarruca"...

Y los recuerdos se le agolpaban, se empujaban, se atropellaban, como las bestias de su pueblo cuando las guiaba a beber al abrevadero o pilón; que estaba unido a la fuente por un canalillo del que se sustentaba... Con buena imaginación los antepasados --es de suponer-- la habían construido para que la sobrante rellenara ese depósito o pilón para satisfacer la sed de las vacas, los ñus, las mulas, los okapis, los elefantes, cebras, etc. y no se extraviara en la tierra inútilmente ...

Estaba al lado de un arroyuelo que, en el estío, como ahora, descendía casi seco pues en toda la extensión de su curso los campesinos hacían pozas, quedándolo sin jugo, para regar sus huertas...; mientras caminaba, podía observar que hacían aquí también lo mismo...: a ambas márgenes del lecho del riachuelo existían huertas muy bien cuidadas, casi con esmero...; con parecido cuidado y esmero con que lo hacían, su hijo y él, en las suyas ... que hacía mucho tiempo que no las veía... como no veía a su hijo, ni estaba con él, ni tan siquiera sabía qué había sido de él, llegando hasta el extremo de pensar, como lo pensaba, que bien pudiera haberse muerto ¡Dios o Jehová o Alá el Misericordioso no lo quisiera!...

Desecha esa idea contemplando las inmediaciones de la fuente hacia donde encaminaba sus pasos y que tantísimo se parecían a las de su pueblo...; nada extraño, por otra parte, ya que por donde caminaba, por donde guerreaba, la nostalgia le jugaba malas pasadas...

Lo que era sorprendente, eso si, son los lagrimones que aparecen en sus ojos en ese momento; precisamente ahora, cosa que nunca le había sucedido; ahora que su impulso le expide hacia al centro, en el claro de la arboleda, donde se halla la fuente y su abrevadero, colmado de un exuberante y resplandeciente júbilo como el día...

¡Tanto se le parecen a su tierra natal, que no ha podido contener las lágrimas...!

Llegado, contempla el fluir del agua, escucha arrebatado su murmullo, se agacha al caño y arrima sus labios para beber...; pero antes no se resiste a llevar a cabo lo mismo que hacía antaño: pasar a la parte de atrás de la fuente y hacer lo que los animales, pero pudorosamente, disimulado su príapo (cipote lo llamaban por su pueblo) a la vista de extraños entre los dedos de su mano derecha...

Dio la vuelta y se puso a orinar...: gesto reflejo, que ya se decía, de las bestias que separando las extremidades de atrás, levantaban el rabo, abrían o entreabrían los labios (la seta, se decía por allí) de sus órganos reproductores, impúdicamente, y descargaban sus chorros amarillentos y calientes en el barro que humeaba... de la misma manera hacía él siempre, cosa natural por otra parte, nada del otro mundo ...

Se abrochó la abertura del pantalón, miró al frente, movimiento involuntario, pareciéndole observar algo que se deslizaba entre los árboles... árboles que convino, tal vez alucinaba, como los de su mismo pueblo...

Como o semejante o parecido o similar no eran las palabras exactas, ya que se dio cuenta que estaba, efectivamente, en su pueblo...: lo que le produjo un considerable júbilo, una desmesurada alegría, y unas ganas incontenibles de gritar, y cantar, y saltar...

Anhelos que fueron tronchados en agraz por una proyectil que partió de los árboles, donde había creído vislumbrar algo que le acechaba, o espiaba...; y que a deshora, ya tarde, irremediablemente tarde, comprobó que era el hijo pertrechado de fusil ...

Y las campanas que repican desde la torre, y los almuédanos que convocan desde el minarete y los rabinos y los pastores... para el soldado que se fue sin nada, sin despedirse... con tan solo un pequeñísimo, encarnizado y, desgraciadamente, entrañable recuerdo que llevarse en la sonrisa de la boca... insólito recuerdo que se fue con la bala que se alojó en su corazón...

... solo el agua besa su boca fría, lujuriosa y delicadamente, como ella sabe hacerlo en los cadáveres que caen cerca de sus veneros... ¡ah, el soldado!

viernes, 27 de abril de 2007

Iswe Letu: Griot


griot

Tarareaba las hazañas el griot, desde un caballo de polvo, alazán de confusión, desbocado en la ciega relación detenida de una historia calcinada.


El tambor, que regalaba airosas simientes a los pájaros que emigraban espantados hacia otras regiones más amables, se negó a seguir la melopea, desgarrando su vientre secular.


¡Oh suicidio definitivo de los recuerdos del Bosque de los Vivos y de los Muertos!: guardad en el ánfora: el miedo creador que levantará del polvo los anhelos.


Han huido, espantados también, todos los tesoros que guardaban celosamente los caimanes.


Asesinados.


Símbolos de los hombres valientes.


En las almacabras brillan dientes carcomidos.


¡Oh, Sol - Ozono!: Véngate fundiéndoles a los carniceros los bloques de hielo de sus enormes frigoríficos


¡Oh, Sol - Ozono!: arruina lentamente secando con tus rayos la tersa piel de esos mismos carniceros.


El tam-tam, ahora ya mudo testigo, se ríe, internamente triste, por el avance inexorable del siroco...


Mientras contempla, desgarrado, como el griot sigue cabalgando, el caballo de niebla o alazán de polvo desbocado en la historia detenida.

miércoles, 25 de abril de 2007

Iswe Letu: Así se curte


Así se curte,
encalleciendo
su temple
con amarga bilis
que enmascara
con su cántico,
metal purísimo
del que se hacen
los cuchillos.


Nadie puede
decir, sin rubor,
que fluye
como agua
de manantial,
no,
a borbotones sale,
con el veneno
que sembró
la infamia
en la leche
de su infancia.


martes, 24 de abril de 2007

Borges: El Tango

Aunque la daga hostil o esa otra daga,
el tiempo, los perdieron en el fango,
hoy, más allá del tiempo y de la aciaga
muerte, esos muertos viven en el tango.

J. L. Borges

lunes, 23 de abril de 2007

Blas de Otero: No hablo por hablar


'Nazim, Marcos, Lina Odena,

Nina van Zandt, compañeros

en la libertad más bella.


La libertad del que forja

un pueblo lbre: Miguel

Hernández cavó la aurora.


Blas de Otero

viernes, 20 de abril de 2007

Lope de Vega: 'Del Soneto IX'

'...
Pero anochece y como estoy llorando
en el mar de mis lágrimas espiro.

Y como estoy sin vos no es día,
pienso cuando anochece, que vos fuistes
por quien perdió los rayos que tenía.

Porque si amaneció cuando le vistes,
dejándole de ver noche sería
en el ocaso de mis ojos tristes'.

Lope de Vega

miércoles, 18 de abril de 2007

Alfonso Peñalosa: 'Andante Sostenido'

Y todo... ¿para qué?
Para seguir viviendo.
...
Para decir adiós a los ocasos
y dar la bienvenida a los recuerdos.
...
Para seguir amando mientras viva
a la mujer y al viento.
...
Para seguir aquí mientras la noche
desliza su cautela y su silencio
hacia las finas tintas de la aurora.
...
Para saber que la filosofía
con todo su prestigio y sus secretos
no desenreda nunca la madeja
del compacto silencio.

Alfonso Peñalosa

jueves, 29 de marzo de 2007

Caminar Conociendo, Nº 5: TITULARES de PORTADA

'Antiguos Libros Hallados' por Manuel Sánchez Mariana,
Director del Fondo Histórico de la Universidad de Alcalá de Henares
*
A LOS 100 DEL CINE ESPAÑOL:
Manuel Villegas López,
Juan Antonio Bardem,
Calle Mayor
y Las Navas del Marqués
*
Nuestro tema:
EL CAMINO
*
SOLIDARIDAD NAVERA
*
LA ACADEMIA DE LOS FLORIDOS DE AMSTERDAM
*
Entrevista a Luis Garrido
*El sueño de la Razón (homenaje a Goya): José Mª Amigo Zamorano
*Gracias a Rufino (recordatorio): Agustín García Calvo
*Días del Desván (relato): Luis Mateo Díez
*Tánger: mito y realidad, Rajae Boumediane

Agustín García Calvo: 'Gracias a Rufino'

Gracias a Rufino(*)


Por Agustín García Calvo(*)


Hay un sitio por donde el Barrio de la Estación de las Navas pude decirse que termina: pues ello es que poco más allá de ese sitio se abre el túnel de Mataborricos, y se sabe que, cuando se salga de él por la otra punta, ya no será lo mismo; ya se verán desaparecer por las hondonadas los últimos chalés desperdigados, y allá lejos la ermita, y luego serán otros pinares y otros aires.


En ese sitio, pues, si sube uno al terraplén del ferrocarril, por entre las jaras y saltándose los alambres desvencijados, se encuentra con que las múltiples vías de la estación van reduciéndose a las solas dos que irán a meterse por el túnel; y por allí no se ve, a estas horas, ánima viva, nadie que atroche por los vericuetos de los jarales ni que vaya a trepar; al otro lado, por la torrentera o sendero pedregoso hacia el recuesto, ni siquiera las vacas sueltas van a ir a perderse por esos andurriales, ni apenas un perro abandonado de veraneantes tiene probabilidades de ir a dar en tal sitio a ladrarles a la luna menguante cuando salga: allí no hay, aparte de los rieles, las traviesas y el balasto, más que algún poste, por ejemplo el de las luces de primer aviso para la entrada a la estación, y en todo caso, enfrente, al otro lado, sola una casa medio arrumbada, donde raro será que ni aun algún vagabumdo vaya a buscar abrigo, cuando haga peor tiempo que el que ahora hace, ya bien entrada la primavera. Hay también por allí, pegada a las vías, una caseta de guardagujas, olvidada, de los tiempos en que el cambio de agujas se hacía a mano, y que ahora debe de hacer tantos años que no se usa para nada, que hasta parece milagro que la hayan dejado en pie, astillada y denegrida. Y, por lo demás, nada: algunos pinos atrás, bajo el terraplén; otros pinos en lo alto, al otro lado de las vías, y entre ellos acaso, por ventura, el alfilerazo de la primera estrella; y algún vencejo que otro chillando tardíamente, algún bando de cuervos que va graznando a recogerse entre las peñas, y alguna sospecha de culebra o sapo por entre las zarzas polvorientas; y los pedruscos, y la grava, y las arenas.

Ese sitio, para los ojos de algún descuidado pasajero, será sitio, sin más, como otro sitio cualquiera de navas o serranías.

Si, pero es por ese sitio por donde un hombre fue a salirse de este mundo; y eso lo ha dejado señalado con una marca que le ha abultado los relieves y avivado los colores de tal modo que lo distingue de todos los sitios de la tierra.

___________
(*) Rufino González, vecino del Barrio de la Estación, murió en primavera atropellado por un tren.

(*)Agustín García Calvo. Zamora, 1926. Catedrático de latín. Escritor. Autor de obras de muy diversos géneros: narrativa, poesía, teatro, filosofía.


EN LA PÁGINA 5 DEL NÚMERO 5 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' DE JULIO DE 1996

José Mª Amigo Zamorano (*): 'El Sueño de la Razón'

El Sueño de la Razón



Que era él, F. de G. y L., el del sueño: un sueño de soldado que se fue casi sin nada, sin despedirse: tan sólo una entrañable y sangrienta remembranza y, con el proyectil extraviado que se acantonó en su corazón, se la zamparon...

Por ese impulso espontáneo que, con toda carga de razón, le había llevado a acercarse a la fuente para enjugar sus labios de añoranza con otra fuente o manantial de su pueblo...

Lo hizo con apresuramiento, casi con avaricia, desatendiendo todas las reglas, todas las medidas de cautela que, en momentos de guerra, deben tomarse, mirando a los cuatro puntos cardinales, incluso a la bóveda celeste y al centro de la tierra, si fuera posible, ya que el adversario está, o puede estar, en cualquier parte y hasta revoloteando como las avispas en torno a los veneros...

Lo del avispero lo habían recordado, con toda razón, hablando de su guerra... Era una equiparación muy expresiva, aunque a lo que se referían era más espeluznante, era más peligroso que los avisperos reales que él conocía "desollado" -si "desollado" diría- es decir: a las mil maravillas... Y que, indudablemente, estaban en cualquier parte: ya fuera el tronco de un árbol, o la hendidura de una roca, ya debajo de las pizarras del tejado, o entre las plantas de los pimientos de las huertas y podía esquivarlos...

Como podía evitar a esas avispas que se congregaban para beber, como él, a la fuente; "Venero" denominaban a una en su pueblo, evoca; otra "Venerillo", otra "Fontuana"... ¡O aquella que se pronunciaba con sonido tan cadencioso, "Palancarruca"!...

Y los recuerdos se le agolpaban, se empujaban, se atropellaban, como las bestias de su pueblo cuando las guiaba a beber al abrevadero o pilón; que estaba unido a la fuente por un canalillo del que se sustentaba...

Con buena imaginación los antepasados -es de suponer- la habían construido para que la sobrante rellenara ese depósito -pilón que ya se ha dicho- para satisfacer la sed de las vacas, los ñus, las mulas, los okapis, los elefantes, cebras... Y no se extraviara en la tierra inútilmente...

Estaba al lado de un arroyuelo que, en el estío, como ahora, descendía casi seco, pues en toda la extensión de su curso los campesinos hacían pozas, quedándolo sin jugo, para regar sus huertas...

Mientras caminaba, podía observar que hacían aquí también lo mismo: a ambas márgenes del lecho del riachuelo existían huertas muy bien cuidadas, casi con esmero... Con parecido cuidado y esmero con que lo hacía él, en las suyas, y sus familiares... Que hacía mucho tiempo que no las veía... Como no veía a su mujer ni a su hijo, ni tan siquiera sabía qué había sido de ellos, llegando hasta el extremo de pensar, como lo pensaba, que bien pudieran haberse muerto ¡Dios o Jehová o Alá el Misericordioso no lo quisiera!...

Desecha esa idea contemplando las inmediaciones de la fuente hacia donde encaminaba sus pasos y que tantísimo se parecían a las de su pueblo... Nada extraño, por otra parte, ya que por donde caminaba, por donde guerreaba, la nostalgia le jugaba malas pasadas...

Lo que era sorprendente, eso si, son los lagrimones que aparecen en sus ojos en ese momento; precisamente ahora; cosa que nunca le había sucedido; ahora que su impulso le expide hacia al centro, en el claro de la arboleda, donde se halla la fuente y su abrevadero, colmado de un exuberante y resplandeciente júbilo como el día...

¡Tanto se le parecen a su tierra natal, que no ha podido contener las lágrimas!...

Llegado, contempla el fluir del agua, escucha arrebatado su murmullo, se agacha al caño y arrima sus labios para beber... Pero antes no se resiste a llevar a cabo lo mismo que hacía antaño: pasar a la parte de atrás de la fuente y hacer lo que los animales, pero pudorosamente, disimulado su príapo (cipote lo llamaban por su pueblo) a la vista de extraños, entre los dedos de su mano derecha...

Dio la vuelta y se puso a orinar... Gesto reflejo, que ya se decía, de las bestias que separando las extremidades de atrás, levantaban el rabo, abrían o entreabrían los labios (la seta, se decía por allí) de sus órganos reproductores, impúdicamente, y descargaban sus chorros amarillentos y calientes en el barro que humeaba... De la misma manera hacía él siempre, cosa natural por otra parte, nada del otro mundo...

Se abrochó la abertura del pantalón, miró al frente, movimiento involuntario, pareciéndole observar algo que se deslizaba entre los árboles... Árboles que, convino, tal vez alucinaba, como los de su mismo pueblo...

Como o semejante o parecido o similar no eran las palabras exactas, ya que se dio cuenta que estaba, efectivamente, en su pueblo... Lo que le produjo un considerable júbilo, una desmesurada alegría, y, colmado de razón, unas incontenibles ganas de gritar, y cantar, y saltar...

Anhelos que fueron tronchados en agraz por una proyectil que partió de los árboles, donde había creído vislumbrar algo que le acechaba, o espiaba... Y que ahora, a deshora, ya tarde, irremediablemente tarde, comprobó que era su esposa pertrechada de fusil o carabina quien llena, repleta, atiborrada -con toda la razón del mundo- de patriotismo por defiende las tierras de intrusos...

Y que camina acercándose y crece y se agiganta y cuando los labios de Goya inician, en los estertores de la muerte, un tenue, apenas audible "¡cariño!", el gigantesco, el descomunal, el monstruoso ser lo agarra, como si de un suculento bocadillo de carne se tratara y, mirándolo con ojos abiertos como platos, muerde con fruición, primero cabeza y brazo derecho, y continúa luego con el izquierdo que colgaba ensangrentado...

Y que, Francisco de Goya y Lucientes, despertándose sobresaltado, dijo:

-¡Joder con los sueñitos de la razón!... ¡Producen monstruos!...

__________
(*) José Mª Amigo Zamorano, director de la revista 'Caminar conociendo', es Maestro de Enseñanza Primaria

(RELATO APARECIDO EN LAS PÁGINA 4 y 5 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' Nº 5, JULIO DE 1996)

Staf de la revista 'Caminar Conociendo' nº 5

Staf del Nº 5 de 'Caminar Conociendo'
Dirección y Coordinación:
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Redacción:
José Mª Amigo Zamorano
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Maquetación:
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J. M. Amigo Zamorano
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Portada:
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Contraportada:
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Manuel Sánchez Mariana: 'Antiguos Libros Hallados'

Manuel Sánchez Mariana (*):
‘Antiguos Libros Hallados’


El reciente hallazgo en Barcarrota (Badajoz) de un conjunto de libros antiguos tapiados desde hace varios siglos, entre los que ha aparecido nada menos que una edición desconocida del Lazarillo de Tormes, nos hace reflexionar y nos alerta una vez más sobre el constante peligro que ha acechado siempre, y hoy acecha con más riesgo que nunca, a la conservación del patrimonio intelectual del hombre.
El libro es una materia frágil, está compuesta de hojas de una sustancia susceptible de una fácil desintegración, pasto de las llamas, alimento de insectos, soporte de colonias de microorganismos que proliferan gracias a su facilidad para absorber la humedad. Pero esa materia débil es a la vez vehículo de ideas, de ideas audaces capaces de despertar pasiones que pueden conducir a su destrucción. Con todo, el enemigo principal del libro es quizá la indiferencia, la desidia y el abandono, que han conducido a la destrucción del soporte del pensamiento en mayor medida quizá que los agentes de la naturaleza.
Si pensamos en todo ello, no podremos menos de considerar milagroso el que haya pervivido una buena parte del pensamiento humano trasmitido a través de la escritura. Las utopías de autores como Bradbury sobre la salvación de la palabra escrita han sido ya realidad en épocas pasadas. Los bibliotecarios de la Biblioteca de Alejandría lograron trasmitir la literatura de la antigüedad hasta la Edad Media, los monjes de los monasterios hicieron pervivir hasta el Renacimiento, la invención de la imprenta parecía haber asegurado su supervivencia. Pero hoy de nuevo la palabra escrita se ve amenazada.
Nos vienen a la memoria algunos casos notorios de destrucción de libros y algunos hallazgos extraordinarios que rozan casi lo inverosímil. Entre las bibliotecas monásticas españolas de la Edad Media, una de las mayores riquezas en códices fue la de Oña, al norte de la provincia de Burgos: ¿para qué diréis que se empleó el pergamino de los códices, ornados de ricas miniaturas? Pues, según un testimonio antiguo, ¡para asar chorizos! Pero alguien podría pensar que el caso es propio de un núcleo rural y entre gente poco ilustrada, y que en otro medio no habría tenido lugar; nada más lejos de la realidad: en el siglo XVIII, los colegiales del Colegio Mayor de San Ildefonso, de la Universidad de Alcalá, vendieron sus códices árabes a un polvorista para fabricar cohetes para utilizar en sus festividades. En este contexto, el caso de libros malvendidos a traperos o anticuarios avispados, como los del Monasterio de Silos, en el siglo XIX, que fueron a parar a París y a Londres, es comparativamente menor, pues al menos los libros se conservan.
Algunos hallazgos sorprendentes de restos escapados a la destrucción nos llaman especialmente la atención. Hoy nos parece milagroso que unos libros emparedados como los hallados en Bancarrota –y no es este caso único-, fruto quizá de una ocultación apresurada por un riesgo de control ideológico, se hayan conservado en buenas condiciones. Otro caso bastante conocido es el del manuscrito de las obras de Gonzalo de Berceo que guarda la Real Academia Española, cuyas hojas de pergamino tapaban las ventanas de una vivienda rural en una aldea de Castilla, donde fueron descubiertas por un sacerdote que acudió a atender a un moribundo. Pero el caso más chocante es quizá el del hallazgo de una buena parte del archivo de la Casa de Altamira, malvendido en el siglo pasado, demostración de que ni siquiera los estamentos en los que podríamos depositar más confianza por ser depositarios de la cultura están exentos de culpa; el caso es narrado detalladamente por don Agustín González de Amezúa al editar el epistolario de Lope de Vega –cuyos originales, que estaban en dicho archivo, desaparecieron, por cierto-, y aquí nosotros lo resumimos: un día, a finales del siglo XIX, iba el conde de Valencia de Don Juan por la Calle Mayor de Madrid, cuando sintió urgencia de hacer sus necesidades corporales, solicitando permiso para ello en una tienda de comestibles; cual no sería su sorpresa cuando tras satisfacer sus demandas físicas y al echar mano a un montón de papel, se encontró en ella una carta autógrafa de don Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán; demandó rápidamente al tendero el origen de aquellos papeles, y supo que, junto a otros que tenía para envolver la mercancía, procedían de la casa nobiliaria antes citada. Gracias a su adquisición, hoy puede consultarse en el Instituto de Valencia de Don Juan.
El recuerdo de estas anécdotas debe alertarnos sobre los peligros que hoy más que nunca acechan para la transmisión de los libros a las futuras generaciones. La baja calidad del papel y de las tintas de impresión de los libros actuales, cuya duración apenas está garantizada para una generación, la contaminación ambiental que dificulta y encarece la conservación y provocará previsiblemente la destrucción de colecciones no sometidas a un control riguroso y caro, la sustitución progresiva del libro por los nuevos soportes cuya duración tampoco está garantizada, son amenazas frente a las que debemos actuar si queremos que las futuras generaciones dispongan de una buena herencia intelectual semejante o superior a la nuestra.

(*)Manuel Sánchez Mariana es Director del Fondo Histórico de la Universidad de Alcalá de Henares




DE LA PÁGINA 6, DEL NÚMERO 5 DE LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO' DE JULIO DE 1996

Andrés Linares(*): 'La Desaparición de las Salas de Cine en España'

Andrés Linares



1. Problemas generales:




Los cambios por los que atraviesa la exhibición cinematográfica en España están provocando un replanteamiento de los medios en que se desarrolla, con consecuencias bastante negativas para el cine en los pueblos y zonas rurales.


Tras un dilatado periodo en el que se procedió al cierre de numerosas salas en todo el país, salas que se convirtieron en bingos, bancos o garajes, desde hace pocos años años parece estar invirtiéndose la dicha tendencia, con la construcción de complejos de multicines en la periferia de las grandes ciudades y la reconversión de las salas excesivamente grandes y anticuadas del centro. Eso ha suscitado un notable optimismo, llegándose a afirmar que en 1995 se inaguraría prácticamente una nueva pantalla al día en el territorio nacional.


No obstante, eso va acompañado de astectos no tan positivos, como la concentración de las cadenas de exhibición en unas pocas empresas, muchas veces multinacionales. Así, la mayor cadena española, Cinesa, fue absorvida en 1991 po UCI, propiedad de la norteamericana Paramount, mientras que la Warner Bros ha desenbarcado recientemente en el campo de la exhibición con la contrucción de grandes complejos de hasta 16 multicines.


Siguiendo al lógica del mercado, la oferta se limita a seguir la demanda, sin esforzarse por crearla o mantenerla y mientras tanto grandes zonas rurales e incluso capitales de pronvincia y núcleos de población importantes ven desaparecer sus antiguas salas de cine, algunas de ellas con gran solera, sin que se vean sustuidas por otras nuevas, aunque sean de menor tamaño.


Para frenar esa tendencia, algunos países de la Unión Europea, como Grecia o Dinamarca, vienen aplicando leyes que impiden el cierre de salas, pasando aquellas cuyos propietarios no las consideren rentables a manos del ayuntamiento correspondiente, que las mantienen como servicio cultural a la comunidad, encargándose de su gestión, al tiempo que las utilizan no solo para proyectar películas, sino también para representaciones teatrales, actuaciones musicales, etc., con lo que consiguen una rentabilidad económica, pero sobre todo social y cultural.


Medidas similares podrían aplicarse en España, sobre todo en las zonas menos atractivas para el capital privado que controla el mercado de la exhibición, como las rurales, los núcleos urbanos medios y pequeños...


2. El ejemplo de Las Navas del Marqués


Según la información obtenida, en Las Navas del Marqués llegó a haber en un momento hasta tres salas de cine funcionando simultáneamente: el cine SANVY, desaparecido a causa de un hundimiento en 1970 sin que se pusieran los medios para su reconstrucción; el MATUTE, que cerró hacia 1977-78, y reconvertido actualmente en disco bar y el MARIA VICTORIA, que consiguió mantenerse abierto hasta hace tres o cuatro años, que está actualmente (por entonces cuando se hizo el artículo) en venta (ya se vendió y en su lugar hay un banco).


En caso de existir en España una legislación semejante a la de los países citados, a cuyo ámbito pertenecemos, no sería ya posible la venta de la única sala que queda en el pueblo, sino que sus propietarios se verían obligados a mantener el uso de la misma, aunque fuese adaptando su tamaño a otro que hiciese rentable la explotación; o, en su defecto, el Ayuntamiento se haría cargo de la misma, previa indemnización.


Aparte de la ultilidad social y cultural de una sala de cine, tampoco es de desdeñar la importancia económica de una población como Las Navas del Marqués, con un elevado número de veraneantes que no encuentra en ella ningún atractivo recreativo ni cultural y se ven obligados a desplazarse a núcleos cercanos, como El Escorial o incluso Navalperal de Pinares simplemente para poder ver una película.




(*) Andrés Linares es director de cine




EN LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', NUÉRO 5, PÁGINA 10 DE JULIO DE 1996

miércoles, 28 de marzo de 2007

Román Gubern: 'Recuerdo y Homenaje a Manuel Villegas López'

Román Gubern
Román Gubert (*):
‘Recuerdo y Homenaje a Manuel Villegas López’

Manuel Villegas López fue un donostiarra inteligente y culto, atento espectador del cine desde su juventud y tuvo la fortuna de crecer de crecer en este arte en su etapa formativa, cuando se estaba constituyendo como una forma estética nueva y cuando sus imágenes eran todavía mudas. Los historiadores actuales del cine, nacidos ya en la época sonora, envidiamos secretamente a quienes tuvieron el privilegio de verlo crecer en la etapa de su inocencia, pero también en la etapa de su experimentación, envuelta en debates interminables acerca de su polémica identidad estética. Así podría legarnos Villegas en 1935 un precioso librito, titulado expresivamente ‘Espectador de sombras' (1935), que constituye un extraordinario testimonio de esta época y de su percepción gozosa del cine, cuando este se estaba constituyendo en un nuevo arte.
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Pero Villegas López no fue solo un escritor y un crítico de rigor intelectual, tanto con la pluma como con el micrófono (fue, en Unión Radio, uno de los primeros críticos radiofónicos en España, de 1932 a 1935), sino también un activista. Primero en el frente del cineclubismo, formando parte del grupo fundador del G.E.C.I. (Grupo de Escritores Cinematográficos Independientes), cuyo manifiesto fundacional apareció en septiembre de 1933 y que publicó varios libros valiosos, entre ellos: ‘Cita de ensueños’, de Benjamín Jarnés, y también en el Cineclub Imagen, que proyectó por primera vez en España, seguida de fulminante prohibición, ‘Tierra sin pan’ de Buñuel. Pero su activismo tuvo su etapa más arriesgada durante la tragedia de al guerra civil, cuando en 1937 fue nombrado jefe de los Servicios Cinematográficos republicanos, e incluso dirigió, gran cantidad de documentales y de cortometrajes de propaganda.
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Como tantos otros intelectuales españoles, Villegas López partió para el exilio y desde Buenos Aires prosiguió su magisterio, escribiendo algunos de sus libros más fundamentales, entre ellos su Charles Chaplin, el genio del cine (1943) que sería repetidamente reeditado en versiones sucesivamente ampliadas y puestas al día. Al principio de los años 50 regresó a España y es cuando tuve la oportunidad de conocerle y tratarle. El siempre tuvo una gran deferencia hacia mi y reseñaba puntualmente todos mis libros, en el papel o en las ondas, y me piropeaba siempre que podía acerca de la prodigalidad de mi escritura y la variedad de temas que trataba. Un día me dijo una frase que nunca olvidaré: ‘Gubern, usted tiene una cabeza como la de Napoleón, pues es capaz de pasar de un cajón a otro de su cerebro como si nada, abriéndolos y cerrándolos en un periquete’. Yo ignoraba que Napoleón tuviera tal facultad, pero es una frase que siempre he recordado con cariño. Era extraordinariamente reacio a hablar de sus experiencias cinematográficas durante la guerra civil. Cuando hubo que incluir su biografía en la Enciclopedia Espasa me designó a mi como su biógrafo e intenté aprovechar esta oportunísima ocasión para sonsacarle datos de esta agitada época de su vida, pero choqué con su hermetismo.
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Supongo que había sufrido bastante y, por demás, la dictadura seguía todavía en pie, por lo que no juzgaba oportuno recordar sus actividades antifascistas. Cuando en 1967 se celebraron las Primeras Jornadas Internacionales de Escuelas de Cine en Sitges, que se adivinaban de alto voltaje reivindicativo frente a las autoridades, fue nombrado presidente de aquel evento, pero su fino olfato político le hizo oler que aquello acabaría en un estallido y envió un diplomático telegrama excusando su asistencia por razones de salud. De manera que me tocó actuar a mi como presidente en funciones, por ausencia de Villegas. Su azarosa vida le había enseñado a ser prudente.

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Villegas López había apoyado en esta década al Nuevo Cine Español, que celebró con artículos y con un libro, de modo que siempre quiso estar junto a los jóvenes y sus inquietudes, con el apoyo de su sabiduría y experiencia. Fue un maestro para muchos de nosotros, que no lo olvidaremos fácilmente.

(*) Román Gubert es catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de ‘La mirada opulenta. Exploración de la iconosfera contemporánea’ ‘Imagen pornográfica y otras perversiones gráficas’, así hasta más de una veintena.

EN LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’, NÚMERO 5, PÁGINA 11 DE JULIO DE 1996