jueves, 13 de enero de 2011

'El sueño del celta' reivindica a Roger Casement, por José Mª Amigo



En cuanto a 'El sueño del celta', última novela del flamante Premio Nobel Vargas Llosa, es en realidad un fresco histórico y biográfico: la recuperación, dentro de un marco histórico, de un personaje irlandés, Roger Casement, luchador independentista, pero que antes de transformarse en furibundo nacionalista fue uno de los primeros europeos en denunciar la salvaje explotación, las atrocidades, del colonialismo en África y mas tarde en el Amazonas.

Los hechos que narra son conocidos, al menos para muchos de los que llevamos años interesándonos por los pueblos africanos.

La novela comienza en una cárcel del Reino Unido donde Roger Casement aguarda la decisión del Consejo de Ministros de su majestad británica acerca de si le conmuta la pena de muerte o si por el contrario hace oídos sordos a las voces que claman clemencia y es ahorcado.

Los jueces lo han condenado a la última pena acusado de alta traición ya que, siendo cierto para qué negarlo, en torno a laPrimera Guerra Mundial, negoció con el Gobierno Alemán a fin de aunar esfuerzos para derrotar con las armas al Imperio Británico. Es un hecho poco conocido que una parte del nacionalismo irlandés creyó que de esa manera lograría la independencia.

La novela está estructurada de forma que, en los capítulos impares, Vargas Llosa describe la vida en la cárcel de este anticolonialista y luchador por la independencia de Irlanda, sus pensamientos, sus recuerdos, las visitas que recibe; y en los capítulos pares podemos leer los viajes que Roger Casement realizó al Congo, primero, en las expediciones del famoso explorador Stanley y luego, como cónsul de Inglaterra, en la Amazonía y otros lugares. La novela nos dice de los informes que, para el gobierno inglés, realizó, demoledores, sobre la actuación colonial del rey de los belgas Leopoldo II que llegó a matar, bajo su batuta, a millones de congoleños; de igual manera llevó a cabo una misión en la Amazonía para denunciar la esclavización de los indígenas para que extrajeran caucho. En ambos informes recoge todo un catálogo de maneras de aterrorizar a los trabajadores y múltiples formas de matarlos cuando no les servían que hielan el alma al más duro. 

(Recordamos, ahora, al hilo de este comentario, de lo que la reacción imperialista acusa a Stalin y, desde luego, ante este monarca y ante estos empresarios del caucho, el lider bolchevique fue una hermanita de la caridad.)

Asi transcurre el relato, hasta dejarnos un cabal retrato del personaje (o esa es la intención del Premio Nobel; que lo consiga, o no, eso solo puede decir lo cada uno de los que lean la novela) hasta sus más escabrosas intimidades como sus relaciones sexuales con otros hombres al ser, como lo era, Roger Casement, homosexual. Contactos carnales que va volcando en un diario; diario aireado en la prensa mientras permanece en prisión y que algunos estimaron, entonces, y aun hoy mismo dudan de su veracidad, llegando a creer que, y están seguros de ello, fueron falsificados por los servicios secretos de su excelsa majestad británica para desprestigiar a un hombre muy popular, al que, años antes, habían premiado nombrándolo sir por los servicios realizados a la corona. Una forma malvada, como otra cualquiera, de preparar a la opinión publica para su ejecución. Como así hicieron, ahorcándolo. No desvelamos ningún arcano secreto de la narración pues cualquiera que abra Internet puede enterarse del  trágico final de este insigne anticolonialista y patriota irlandés.

Todos estos datos el escritor los va novelando, metiéndolos poco a poco, con el ritmo que considera más adecuado. Y con su maestria va logrando un lento transcurrir hacia el fatal desenlace.

Fiel a su ideología, opinamos nosotros, el colonialismo, el imperialismo y su sistema económico capitalista -que según Marx rezuma sangre de los pies a la cabeza- se parapeta, se esconde, se agazapa, teóricamente, tras la codicia humana y detrás de una serie de hombres crueles, sanguinarios, desalmados, quienes, saltándose leyes y éticas, arramblan con todo; empero, al final, el sistema se salva, condenándolos, como le ocurrió al cauchero peruano Arana, que se cuenta en la novela. Creemos que esto es falso, que el sistema es así y no puede ser de otro modo, queleopoldos y aranas los produce este sistema donde el hombrre es lobo del hombre.

Pero, ideologías aparte, está bien escrita y se lee con gusto, no exento de angustias y malestares por esos lobos. Y por esos corderos.