por Manuel Blanco Chivite
Viajar, caminar:
El viaje es sin duda una de las vías de conocimiento. Viaje de placer, viaje de aventuras, viaje por motivos profesionales, viaje turístico, viaje iniciático, viaje obligario u obligado... En cualquiera de sus motivaciones, el viaje es una fuente de experiencias y saber. Tanto más cuanto mejor vista y más abierta mentalidad tenga el viajero.
El viaje está especialmente presente en la literatura de todos los tiempos y de todas las lenguas. Desde la 'Odisea' hasta 'En el camino' de Jack Kerouac.
En el caso de la literatura española no son pocos los autores viajeros y las obras que nos descrito el itinerario, placentero unas veces, esforzado otras, de muchos de nuestros escritores.
¿Qué es Don Quijote sino un inusitado viajero y qué sus aventuras sino incidencias de un azaroso itinerario?
Don Quijote, de la mano de Cervantes, hizo bueno, con varios siglos de antelación, la frase de D. Antonio Machado –cuyo último viaje fue el exilio- “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. No había y Don quijote salió a caballo y hubo.
Para no pocos de nuestros autores el viaje, salir a los caminos y emprender la marcha por los medios más eficaces y rápidos, fue una forma de salvar la cabeza o permanecer en libertad.
País de enraizado sectarismo, de odio cainita, por lo general orientado del poderoso hacia el débil y el crítico, España ha producido como pocos países, viajeros obligados, fugitivos, exiliados, perseguidos, emigrantes hambrientos…
La hoguera, la cárcel, la horca, el pelotón de fusilamiento o el hambre han empujado a millones de españoles al camino, fuera de su país a lo largo de la historia convulsa, trágica y grotesca.
Pero para no estancarnos en terrenos amargos, volvamos la vista a viajeros más lúdicos: Ciro Vayo que se unió al general carlista Dorregaray en sus andanzas por El Maestrazgo, a los quince años y por pura exaltación adolescente y aventurera; el mismo Ciro que atravesaría a pie España y recogería el paseo en “El lazarillo español”. Baroja siguiendo los itinerarios del general Gómez; Camilo José Cela con dos libros de paseos por la Alcarria y uno sobre el Pirineo de Lérida; la aventura –penúltima siempre- de los exiliados republicanos y antifascistas; su andadura por América Latina y por el barrio Latino de París; hasta el “territorio comanche” de Reverte o el “Cuaderno de Sarajevo” de Goytisolo.
El viaje, el camino, la andadura nos libera, nos enseña, nos da pan y trabajo –al menos eso encontraron tres millones de españoles en la Europa de los sesenta y otros muchos antes en Venezuela, México, Argentina, Cuba…- y nos conecta con el mundo. Los demás no sólo existen. Es posible ir y verlos, tocarlos, hablar con ellos. A veces, comprobación tan elemental, resulta sumamente necesaria para no perder de vista una verdad tan evidente como olvidada: que todos en todas partes nos parecemos mucho sin dejar de ser diferentes.
(*)Manuel Blanco Chivite nació en San Sebastián. Periodista y editor; es autor, entre otras obras de Diario de Etiopía, Ciudad sangrienta, Los comunicados del Lobo o Tría de negras.
Madrid 24 de marzo 1996
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Sumario:
"Todos en todas partes nos parecemos mucho sin dejar de ser diferentes"
(TOMADO DE LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’, Nº 5, PÁGINA 16. JULIO DE 1996)
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(*) EL título se lo pusimos nosotros
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