por José María Amigo Zamorano (*)
Al saber la triste noticia de la muerte de Elena Soriano me propuse rendir homenaje postrero, en "Caminar conociendo", a quien había sido una magnífica escritora y una animadora cultural de primer orden con la revista "El Urogallo"; ofrenda, además, para quien había tenido elogios hacia nuestra revista.
La escritora, -"suegra del Boyer", que recordó el Umbral, como en realidad lo fue-, murió en diciembre pasado. Dos años antes me escribió una carta breve en la que decía entre otras cosas: <<los "viejos" nos vamos muriendo con el siglo XX>>; no sabía -no podía saberlo- que su muerte estaba tan cercana, pero contaba, quizás, la desaparición de sus numerosos amigos y conocidos: María Alfaro, Juan Fernandez Figueroa ...
El azar me proporcionó materia para completar el número: el diario YA, en artículo de opinión de Medardo Fraile, recogía la noticia de la muerte del hispanista inglés Charles David Ley.
Sabía yo de este hispanista por mis conversaciones veraniegas con el viejo escritor y amigo García Luengo que lo había mentado varias veces como autor de un memorial en el que recogía, entre otras cosas, sus excursiones a Las Navas del Marqués con Cela, García Nieto y otros de la llamada Juventud Creadora. De manera que quedó hilvanado el número en torno a Elena Soriano, Charles David Ley y José García Nieto.
Me puse en contacto con escritores aconsejado por Eusebio y por Juan José Arnedo, marido de Elena, quien, a pesar del dolor por la muerte de su esposa, me facilitó direcciones e incluso donó la obra a la Biblioteca Pública de Las Navas.
Lo mismo hice con José García Nieto.
Unos enviaron colaboraciones -agradezco el obituario de El Mundo enviado Santos Sanz Villanueva y que, lamentablemente, no he podido reproducir entero por falta de espacio-, otros disculparon su negativa y, algunos, para que todo fuera real como la vida misma, a pesar de la confianza que pusieron sus más íntimos, ni contestaron.
Sobre el hispanista inglés, me dirigí a José Esteban, editor de sus memorias, "La costanilla de los diablos", para que me autorizara a publicar el capítulo VI y, de paso, si quería, presentara a su autor. Aceptó encantado lo que le agradecí.
Luego murió Carlos Gurméndez, insigne escritor, eminente filósofo de las pasiones, amigo de la escritora y conocido mío; cito esto porque me había contestado a finales de diciembre, recién venido de Galicia, prometiéndome que, en pasando las fiestas navideñas, me escribiría "un largo artículo sobre Elena Soriano": su muerte me impresionó y vime obligado a variar un poco la forma a fin de que Elena y Carlos hicieran el último "camino" juntos: amigos en vida, juntos en la muerte.
Tengo que decir que, contemplado ahora el número, me parece estar viendo un fresco de la Historia de la Literatura Española de los años 50 y 60, con sus luces y sombras. Años en los que cada uno logró sobrevivir como pudo, combatiendo el hambre y el odio cainita que trajo la guerra; e intentando abrir una pequeña rendija en el negro muro, a costa, muchas veces, de prohibiciones y exilios; verbigracia: Elena Soriano y Carlos Gurméndez entre los vencidos; también en la parte vencedora había, al parecer, personalidades que desafiaban la prepotencia de los mandos triunfadores escribiendo, por ejemplo, poemas de amor, cuando no se llevaba, y ejerciendo la tolerancia, como José García Nieto, según el catedrático y poeta Joaquín Benito de Lucas, máximo conocedor de su obra, quien no duda en calificar al Premio Cervantes de poeta "de la reconciliación nacional" en las páginas de "Caminar conociendo". Un pequeño fresco de un tiempo no tan negro (en literatura) como nos lo han pintado -por obra y gracia de gentes a las que me he referido- pero sin ese color rosado con que algunos hagiógrafos quieren disfrazarlo: dictadura y censura, haberla, la hubo: unos la vivieron y otros la estudian en los manuales de Historia.
(*) José Mª Amigo Zamorano es director de la revista 'Caminar conociendo'
La escritora, -"suegra del Boyer", que recordó el Umbral, como en realidad lo fue-, murió en diciembre pasado. Dos años antes me escribió una carta breve en la que decía entre otras cosas: <<los "viejos" nos vamos muriendo con el siglo XX>>; no sabía -no podía saberlo- que su muerte estaba tan cercana, pero contaba, quizás, la desaparición de sus numerosos amigos y conocidos: María Alfaro, Juan Fernandez Figueroa ...
El azar me proporcionó materia para completar el número: el diario YA, en artículo de opinión de Medardo Fraile, recogía la noticia de la muerte del hispanista inglés Charles David Ley.
Sabía yo de este hispanista por mis conversaciones veraniegas con el viejo escritor y amigo García Luengo que lo había mentado varias veces como autor de un memorial en el que recogía, entre otras cosas, sus excursiones a Las Navas del Marqués con Cela, García Nieto y otros de la llamada Juventud Creadora. De manera que quedó hilvanado el número en torno a Elena Soriano, Charles David Ley y José García Nieto.
Me puse en contacto con escritores aconsejado por Eusebio y por Juan José Arnedo, marido de Elena, quien, a pesar del dolor por la muerte de su esposa, me facilitó direcciones e incluso donó la obra a la Biblioteca Pública de Las Navas.
Lo mismo hice con José García Nieto.
Unos enviaron colaboraciones -agradezco el obituario de El Mundo enviado Santos Sanz Villanueva y que, lamentablemente, no he podido reproducir entero por falta de espacio-, otros disculparon su negativa y, algunos, para que todo fuera real como la vida misma, a pesar de la confianza que pusieron sus más íntimos, ni contestaron.
Sobre el hispanista inglés, me dirigí a José Esteban, editor de sus memorias, "La costanilla de los diablos", para que me autorizara a publicar el capítulo VI y, de paso, si quería, presentara a su autor. Aceptó encantado lo que le agradecí.
Luego murió Carlos Gurméndez, insigne escritor, eminente filósofo de las pasiones, amigo de la escritora y conocido mío; cito esto porque me había contestado a finales de diciembre, recién venido de Galicia, prometiéndome que, en pasando las fiestas navideñas, me escribiría "un largo artículo sobre Elena Soriano": su muerte me impresionó y vime obligado a variar un poco la forma a fin de que Elena y Carlos hicieran el último "camino" juntos: amigos en vida, juntos en la muerte.
Tengo que decir que, contemplado ahora el número, me parece estar viendo un fresco de la Historia de la Literatura Española de los años 50 y 60, con sus luces y sombras. Años en los que cada uno logró sobrevivir como pudo, combatiendo el hambre y el odio cainita que trajo la guerra; e intentando abrir una pequeña rendija en el negro muro, a costa, muchas veces, de prohibiciones y exilios; verbigracia: Elena Soriano y Carlos Gurméndez entre los vencidos; también en la parte vencedora había, al parecer, personalidades que desafiaban la prepotencia de los mandos triunfadores escribiendo, por ejemplo, poemas de amor, cuando no se llevaba, y ejerciendo la tolerancia, como José García Nieto, según el catedrático y poeta Joaquín Benito de Lucas, máximo conocedor de su obra, quien no duda en calificar al Premio Cervantes de poeta "de la reconciliación nacional" en las páginas de "Caminar conociendo". Un pequeño fresco de un tiempo no tan negro (en literatura) como nos lo han pintado -por obra y gracia de gentes a las que me he referido- pero sin ese color rosado con que algunos hagiógrafos quieren disfrazarlo: dictadura y censura, haberla, la hubo: unos la vivieron y otros la estudian en los manuales de Historia.
(*) José Mª Amigo Zamorano es director de la revista 'Caminar conociendo'
EDITORIAL DEL NÚMERO 6 DE LA REVISTA EN LA PÁGINA 3
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