jueves, 24 de mayo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Decepción

La madre antigua rejuvenece esperando su llegada.

Remos lentos, rítmicos, melodiosos, cual estrellas fugitivas, avanzan a su encuentro.

Espera ver pronto su semblante en medio de la charla y floración de los pañuelos.

Pide un momento de dicha, un instante de calma, para su desconsolado sufrimiento.

Ese sufrimiento, que se le va a hacer, está absolutamente libre de esperanzas.

Brilla rojo, con rojiza generosidad, el sol. Como es costumbre en el sol de África.

La esperanza también enrojece: siempre enrojece... hasta el último momento.

Espera verla pronto aparecer y florecer entre la muchedumbre de sonrisas y pañuelos.

Remos lentos y melodiosos, generando chispazos en huida, avanzan a su encuentro.

Asoma en lo alto de cubierta. Baja. La bajan del barco. A su hija. Con sumo cuidado.

La ven: confirmada su hermosura, reafirmada de ese modo la belleza de su tez oscura...

Pura, atenuada morenez, pálida, casi blanquecina, helada... yerta. Tras el cristal del ataúd.


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