viernes, 21 de septiembre de 2012

Pablo Neruda: MOLLUSCA GONGORINA (*)



De California traje un múrex espinoso, 
la sílice en sus púas, ataviada con humo 
su erizada apostura de rosa congelada, 
y su interior rosado de paladar ardía 
con una suave sombra de corola carnosa.

Mas tuve una cyprea cuyas manchas cayeron 
sobre su capa, ornando su terciopelo puro 
con círculos quemados de pólvora o pantera, 
y otra llevó en su lomo liso como una copa 
una rama de ríos tatuados en la luna.

Mas la línea espiral, no sostenida 
sino por aire y mar, oh 
escalera, scalaria delicada, 
oh monumento frágil de la aurora 
que un anillo con ópalo amasado 
enrolla deslizando la dulzura.

Saqué del mar, abriendo las arenas, 
la ostra erizada de coral sangriento, 
spondylus, cerrando en sus mitades 
la luz de su tesoro sumergido, 
cofre envuelto en agujas escarlatas, 
o nieve con espinas agresoras.

La oliva grácil recogí en la arena, 
húmeda caminante, pie de púrpura, 
alhaja humedecida en cuya forma 
la fruta endureció su llamarada, 
pulió el cristal su condición marina 
y ovaló la paloma su desnudo.

La caracola del tritón retuvo 
la distancia en la gruta del sonido 
y en la estructura de su cal trenzada 
sostiene el mar con pétalos, su cúpula.

Oh rostellaria, flor impenetrable 
como un signo elevado en una aguja, 
mínima catedral, lanza rosada, 
espada de la luz, pistilo de agua.

Pero en la altura de la aurora asoma 
el hijo de la luz, hecho de luna, 
el argonauta que un temblor dirige, 
que un trémulo contacto de la espuma 
amasó, navegando en una ola 
con su nave espiral de jazminero.

Y entonces escondida en la marea, 
boca ondulante de la mar morada, 
sus labios de titánica violeta, 
la tridacna cerrò como un castillo, 
y allí su rosa colosal devora 
las azules estirpes que la besan:
monasterio de sal, herencia inmóvil 
que encarceló una ola endurecida.

Pero debo nombrar, tocando apenas
oh Nautilus, tu alada dinastía,
la redonda ecuación en que navegas
deslizando tu nave nacarada,
tu espiral geometría en que se funden,
reloj del mar, el nácar y la línea,
y debo hacia las islas, en el viento,
irme contigo, dios de la estructura. 
__________
(*) Del poemario 'Canto general', capítulo 'El gran océano'

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