por Santiago Montobbio
Mascando sombra y entre ojos tan ciegos
que a nadie los deseo
acostumbradísimo estoy en vivir en mi agujero,
en sus prolijos infiernos, aquí donde
en las tabernas de mi alma
una soledad va consumiendo
la amarga cerveza de si misma.
Pero si algún día hago un esfuerzo y salgo de eso
no por sabido deja de sorprenderme
el lamentable espectáculo con que la vida
tenazmente se arrincona
en eolvido de si misma.
Y no me digas eres duro y cosas de este estilo,
si, además de -gracias a Dios- el seminario está bien lejos,
sólo salir a la calle veo ejércitos curiosos
que sueñan con cosas que no entiendo -me han hablado
de mitológicos ordenadores que se aparean con teléfonos-
mientras fornican, trabajan y se aplastan
consiguiendo resultar del todo ajenos
al misterioso aletear de los geranios.
Almas de mimbre que quemó el asiento,
esquinas que venden -no muy caras-
estúpidas costumbres o cargos que requieren
estar hechos sobre todo de cemento: yo veo
cosas así, y es entonces cuando vuelvo
a mis personales infiernos, para alcanzarme
y destruirme y poder desde ese oculto lugar
seguir lo poquísimo que espero,
ese poder amarte un poco, sobre la injusticia
de vivir y sin necesidad de que la policía lo sepa
amarnos un poco, entre silencio quizá, desnudos
por fuera para estar dentro riendo,
tú y yo soñando nosotros alguna vez
amarnos así, tu y yo ya ves cómo,
desnudos riendo, amor, qué dignamente.
Santiago Montobbio
POEMA DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', Nº 5, PAG. 45. JULIO DE 1996
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