TANGER: MITO y REALIDAD
Por Rajae Boumediane
Al amante de Tánger
“Tánger llorará por quien no la vio, y quien la vio llorará por ella”. Esta frase sobre mi ciudad natal está copiada literalmente de la novela ‘Ashottar’ (Los Listos) de Mohammed Chukri. Es una frase que se repite por uno de los protagonistas. El autor está poseído por el amor hacia Tánger y piensa siempre en su noche que posee la fascinación de la muerte”, comienza diciendo la autora del artículo. Tánger es una ciudad misteriosa –continúa- mosaico de razas, religiones, culturas: judíos de Separad expulsados en 1492 por los Reyes Católicos, cristianos, musulmanes árabes, negros y blancos provenientes de los moriscos. Todos conviven en armonía. Parece como si las guerras y enfrentamientos se disolvieran al acercarse a la ciudad mágica, hija y madre del mar.
Tánger la blanca. Así se llamaba en su etapa de ciudad internacional, frecuentada por viajeros, excéntricos, aventureros y por quienes buscan un refugio, cansados y decepcionados de otras tierras, o de una forma falsa de vida. Numerosas banderas han ondeado en ella. Ninguna la ha conquistado. Occidente le ha puesto cerco y no ha logrado dominarla, menos doblegarla. Su encanto y duende permanecen intactos. De todas partes acuden a ella, desde el desierto y los montes Atlas, desde ultramar y desde el interior del continente africano.
Ninguna ciudad de su entorno ha sido tan amada por los occidentales. Escritores, poetas y artistas quedaron atrapados por su magia: Delacroix, Tennesse Williams, Jean Genet, Paul Bowles, Truman Capote.
Matisse confesaba:
-‘Un arte nuevo, nacido bajo el signo del dios apacible, se me ha aparecido en Tánger’.
La puerta de África: ejemplo de diálogo, a veces violento, entre la tierra firme y el mar, entre Europa y África, entre dos mares apenas separados. Encrucijada de senderos opuestos. Su puerto, codiciado por todos, ha albergado en sus radas hasta el último de los conflictos y azares de cuestión marroquí.
El viento de Levante, siempre amigo de Tánger, invita a la reflexión, a la inquietante compañía de las olas, esclavas de sus caprichos, sugiere a veces los paisajes de Gauguin y a veces los de Melvilla, en constante y extraña conjugación de forma, color y palabra. Desde el principio del siglo IV a. de C. fue testigo y observa a cuantos combaten por su dominio: cartagineses, romanos, fenicios, portugueses e ingleses, pero ninguno se entrega convirtiéndose –de ese modo- en tierra de nadie en novia de todos y mujer de ninguno, que no halla vencedor a quien ceñir su corona. Pero su leyenda se remonta a tiempos muy remotos, hasta los profetas. Sus pobladores cuentan que el Arca de Noé se detuvo sobre la meseta de Charf. Noé envío un pájaro a indagar el estado de la tierra. El pájaro regresó con barro en sus patas. Noé supo así que el diluvio había concluido y que la tierra volvía a ser habitable. Cuantos iban con él en el arca gritaron entonces: ¡Tinbit!, que significa ‘el barro llegó’. De ahí proviene el término ‘Tanya’, el actual nombre árabe de la ciudad.
Una de las maravillas es la cueva de Hércules. A través del Mediterráneo se ve Gibraltar a lo lejos. Desde el faro Malabata, 10 kms. al este y 12 al oeste, el Mediterráneo se encuentra con el océano Atlántico en Ras Spartel. Los mitos anidan allí, en la cueva de Hércules. Al entrar, primero sobrecoge la oscuridad, que cede paso a la luz a avanzar más. Se aprecia entonces la forma de la entrada, el perfil de un hombre que grita. En el techo se ven círculos incisos en la cúpula de piedra. Es la piedra de molino que fue cortada una vez del techo de la cueva para fabricar harina con la que alimentar a las gentes.
El mito y el pan cotidiano se mezclan en ella en un único alimento que nutre espíritu y cuerpo.
Cuenta la leyenda que la cueva de Hércules se había extendido para unir África y Europa, y separaba el mar de los romanos, el Mediterráneo, del mar de la Oscuridad, el Atlántico. Atlas, hijo de Neptuno, tenía tres hijas que vivían en un jardín donde crecían manzanas de oro. Las protegía un monstruo. Hércules luchó contra él y lo venció, pero durante la lucha, un golpe de Hércules, partió el monte en dos. De este modo se mezclaron las aguas azules del Mediterráneo con las verdes del Atlántico y Europa se separó de África. Hércules casó a su hijo Zofakis con una hija de Neptuno. Como fruto de ese matrimonio nació una bella niña a la que llamaron Tanyis. De ahí proviene el nombre de Tanyia: nombre árabe y actual de la ciudad. Por eso se dice que Hércules presidió la fundación de Tánger y presenta –en cierto modo- su pecado original.
Pero el enigma de Tánger continúa sin revelar, inaccesible, pese a cuanto indaguemos, no importa cuántas leyendas o historias reales se cuenten. Hemos de interrumpir aquí estas páginas, sugerencias y claves para acercarnos a su corazón. ¿Retomaremos alguna vez el hilo? Quien sabe…
Rajáe Boumediane, 15 de3 abril de 1996
(TOMADO DE LA REVISTA DE LA JUNTA DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE LAS NAVAS DEL MARQUÉS ROTULADA ‘CAMINAR CONOCIENDO’, Nº 5, PÁGINA 51. JULIO DE 1996)
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