martes, 27 de febrero de 2007

Carlos Ortega: 'La lengua Blanda'

Título: La Lengua Blanda
Autor: Carlos Ortega
Editorial: Visor

Carlos Ortega, poeta, director de la Biblioteca Nacional, vallisoletano (1965) joven y sin embargo sereno, de sosegado trato en lo público y en lo privado, mantiene (milagrosamente) en la vorágine de la ola cultural, en medio del barullo de nombres propios y artistos, el soseigo y la finura para pensar y hacer versos, y hacerlos bien y precisos como un encaje suave y exacto de un tiempo. Carlos Ortega pertenece al grupo poético de Valladolid de larga y fértil obra (Un ángel mas, El signo del gorrión, etc...) Escritores y poetas laboriosos y enamorados de la escritura y la voz verdaderas (Esperanza Ortega, Gustavo Martín Garzo, Gonzalo Abril, etc... todos ellos galardonados con prestigiosos premios literarios, y sin embargo, buenos poetas, buenos escritores)
Carlos Ortega inscribe en sus versos ese tempo anchuroso, de vivo latido, de una infancia perdida y siempre renovada. Tiempo pendiente de un hilo 'por una ley de infancia que admite estas metáforas'.
Pero mejor que hablar de ello es asomarse a ver qué dicen los propios versos.

EL SEPULCRO VACÍO

de Carlos Ortega

Ante la puerta azul sentada,
no esperaba a nadie de dentro ni de fuera.
Luto, óvalo blanco de su rostro.
No daba sombra su hermosura,
ni daga sombra el lilo,
ni aire corría. O si corría,
no haciéndose notar.
Por cómo descansaba sus manos
en el seno, no reclamaba nada.
¿Piden algo vegetales o piedras
en al muda defensa de lo que son?
¿El tamo dominaba en secreto los rincones
en la muda defensa de lo que son?
El tamo dominaba en secreto los rincones
del patio, crecía avena loca
en las panzas de tierra que el exceso cemento
no lograba cubrir, y cerca de las tapias.
Como una vieja fuente de la que solo mana,
desportillado el caño, agua turbia,
así el dolor de la mujer.
No más mundo ni ajetreo. Silencio,
obstinación, inercia de su figura inmóvil,
la tarde consumiendo toda espera.
Si alguien poco sagaz la hubiese dado
noticias -y bastaba con una voz oscura-
habrá estallado igual que el cristal fino
al que una nota aguda alcanza el corazón.
Pies de fieltro, pañuelos
negros para vendar la herida.
Hombres con jerseys muy tupidos
cruzaban por el patio sin mirarla,
atentos solo a sortear los desniveles.
Una cansada naturaleza
en el despliegue de los siglos
mordía en el saqueo de una luz inclemente.

(La reseña de Isabel Escudero sobre el libro de Carlos Ortega está entre las páginas X y XI del suplemento de 'Caminar Conociendo' denominado 'Fontana Sonora' del nº 5 de julio de 1996)

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