viernes, 29 de diciembre de 2006

JOSÉ HIERRO: PALABRAS DE HOMENAJE A VICENTE ALEIXANDRE


VICENTE ALEIXANDRE, POETA VIGENTE


INTERVENCION DE JOSE HIERRO EN EL RECORDATORIO-HOMENAJE AL DECIMO ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE VICENTE ALEIXANDRE Y A LOS 50 AÑOS DE LA PUBLICACIÓN DE SU LIBRO DE POESÍAS 'Sombra del Paraíso'

Las palabras de aquel gran poeta, León Felipe, que recuerda ahora D. José María Amigo Zamorano, las corrobora también Max Aub en un libro en el que abunda esa idea nostálgica que tiene el español: cuando él se va de un lugar ha acabado el mundo; sigue viviendo en su recuerdo, pero lo que queda está paralizado, muerto.
Sostenía él que la poesía, después de la muerte de Lorca y la terminación de la guerra civil, no existía. Un día, de acuerdo con la idea que tenía de la poesía, que no solamente tenía que ser buena, naturalmente, sino crítica, escribió, rectificando en otro libro, que la poesía que se hacía al día, sin nostalgias lorquianas (excelente poeta por otra parte) era la poesía que se hacía en España y dentro de España. Pese al franquismo, la censura, etc., se hacía poesía, esa poesía que estaba al día y sin alimentos nostálgicos.
Tiene mucho que ver lo anterior con el homenaje que celebramos hoy. En Las Navas del Marqués tuvo lugar el encuentro de Vicente Aleixandre con la poesía. Dámaso Alonso le puso sobre la órbita poética de los años veinte: la importante de aquel momento: la de Juan Ramón y, para Vicente Aleixandre, fundamentalmente, la de Rubén Darío.
Recordaba al llegar aquí, con una mezcla de pedantería y de evocación histórica, otro momento también histórico: el encuentro, en Granada, de Boscán con Navaggiero, que le enseñó la métrica italiana. Gracias a él tenemos a Boscán y, sobre todo, a Garcilaso.
Sin Las Navas, sin Vicente Aleixandre junto con Dámaso Alonso, no tendríamos al Vicente Aleixandre que hoy conocemos.Yo era un jovenzuelo cuando conocí a Aleixandre.
El era la generosidad, la apertura, ante todo lo que llegaba, ante todo lo que podía ser estimulado. Un hombre realmente desprendido, generoso, cordial. Un hombre, además, que sabía dar la cara; me explico: por aquellos años de dictadura franquista, se celebraba semanalmente una tertulia en el Ateneo de Madrid; un día acudió un agente; pensaba que aquella tertulia podía tener algún peligro para el régimen franquista porque había habido una serie de denuncias y... total que fuimos echados de allí; hicimos entonces una especie de tertulia paralela en una librería de Madrid, la de Carmina Abril; nos reuníamos un grupo de poetas con un policía que apuntaba lo que se decía entre las gentes; y se lo mandaba a los políticos; un policía que iba oficialmente, no el chivato clandestino; nunca he podido averiguar quién pudo ser el policía; el hombre iba a ver si aquello que se había presentado a la autoridad, para ser leído, era lo mismo que se leía; era tan estúpido como ver a un ser leyendo lo que estaba escuchando por si se pasaba; incluso la estupidez llegó al extremo de que, en una ocasión, dábamos una lectura, alguien leía una breve antología de un poeta judío, Premio Nobel, no recuerdo quién era; lo cierto es que iba a leerlo Pepito Pérez; se presenta la solicitud del permiso: sellos, etc., todos los requisitos en la Dirección General de Seguridad; mas como, a la hora de la verdad, esas mismas poesías las iba a leer Juanito Gómez, el acto se suspendió.
Pues bien, Vicente Aleixandre con absoluto y total desprendimiento, él, que raramente salía de casa, excepto para ir a la Real Academia, cuando se inauguró aquella tertulia contraoficial, fue el primero que inauguró aquello con unas sillas bajitas que alquilábamos semanalmente. Estuvo allí dando la cara y demostrando con quién estaba: con los jóvenes, con la verdad y con la libertad.
¿Qué es lo que significaba Vicente Aleixandre para nosotros? Para contestar a esta pregunta habría que decir que estábamos al final ya de la guerra y que, como pensaban León Felipe y Max Aub, no había nada. ¿Qué había ocurrido? De los poetas de la generación del 27, en la que nos habíamos educado... : Guillén está en el exilio, Salinas está en el exilio, Alberti está en el exilio, Lorca ha sido asesinado, Emilio Prados está en el exilio, Luis Cernuda en el exilio... ; queda luego lo que se llamó “el exilio interior”; había un poeta, entonces no era gran poeta, era un crítico, un filólogo; había escrito un librillo, poemas puros, poemillas de ciudad... me refiero a Dámaso Alonso; y estaba, sí, estaba Vicente Aleixandre; pero mudo. ¿Cómo escribiría él después de la guerra, de lo que había ocurrido: las cárceles, los racionamientos, el millón de muertos?... ¿Cómo escribiría él?...
Teníamos, los jóvenes poetas, la necesidad de un ejemplo para asirnos; lo mismo que todo niño necesita que le den la mano para andar.
Aquel ejemplo vino cuando apareció aquel libro fabuloso “Sombra del Paraíso” y por el que hoy celebramos el cincuentenario de su publicación.
De pronto la poesía española va a influir en todos nosotros.
Como “Hijos de la Ira” de Dámaso Alonso.
Y de pronto la poesía va a renacer de sus cenizas.
Las jóvenes ya tienen quien les lleve de la mano.
Luego cada uno iría por su parte.
Vicente Aleixandre tiene, en toda su obra, una enorme coherencia. He dicho alguna vez que los poetas contemporáneos son autores de obras completas; es decir: cada uno de sus libros, de sus poemas aislados, no es mas que el fotograma de una película que, relacionado con el fotograma anterior y el posterior, adquiere movimiento: la poesía no está en un poema, sino en el conjunto de todos los poemas.
Si del siglo XVII queda “Las Meninas”: todos vemos el cuadro, la España de entonces, el espíritu de la época. Si leemos “Las coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique, ¡basta! ¡es suficiente!. Pero si tenemos que elegir... ¿cuál es el cuadro de Picasso, más picassianamente característico?... Pues no hay un solo cuadro en la suma de todos ellos... ¿el precubista?, ¿el de la serie negra, azul o rosa?, ¿el cubismo ya?, ¿el de las deformaciones?... Picasso es la suma de todos ellos.Vicente Aleixandre es, en este aspecto, un poeta contemporáneo.
Cuando el superrealismo aparece en España lo hace por una necesidad: ha habido un neopopularismo que es la poesía breve, la cosita de poca extensión, el chispazo; el poeta juega; la poesía, decía Gerardo Diego, es crear lo que no veremos; se ha alejado de la vida, por lo menos de una manera directa. Entonces, Vicente Aleixandre advierte que el superrealismo es una última forma de romanticismo, es hablar, de una manera como sonámbula, onírica e irracionalmente, de aquello que tiene, dentro de nosotros, su ego. No lo racionaliza, lo expresa como a bocanadas. De ahí surge algún libro de los suyos (prescindiendo de “Ámbito” que es una primera toma de contacto con la nueva poesía): “Pasión por la Tierra” es el ser humano, hombre o mujer, que está sumido en lo más hosco, duro, negativo, feo, de la vida. Inmediatamente después, una segunda forma de entender la poesía es “La destrucción o el amor”; ¿qué es “La destrucción o el amor”: el paraíso inventado donde todo es puro, elemental; amor y muerte es lo mismo; está lleno de criaturas desnudas, de animales salvajes, de plantas silvestres; es un mundo bellísimo, un mundo lleno de fuerza y ya sin ninguna desolación.
Cuando viene la guerra, cuando acaba la misma y comienza otra vez su carrera poética, ¿qué es lo que ocurre?: aquel paraíso que habíamos visto en la “Destrucción o el amor” va a ser “Sombra del Paraíso”; un poco como en Milton “El Paraíso Perdido”; ¿qué es el poeta que se nos revela en aquel libro fundamental?: primero, un poeta orquestado, rico en palabras, en invenciones metafóricas; segundo, el ser que tiene la nostalgia de aquel anterior paraíso de “La destrucción o el amor” donde todo era elemental, puro, fuerte, dramático.
A continuación, este poeta que está como sentado en una cima contemplando el mundo, pero humanísticamente contemplado, va a entrar dentro de una intimidad, va a hacer entonces aquella “Historia del corazón” donde se nos presenta al hombre concreto.
En “Sombra del Paraíso” tenemos al poeta arquetípico, en “Historia del corazón” al hombre concreto con nombre y apellidos, con sus problemas específicos, pequeños pero intensos. Un día se sale de si mismo y va a contactar con la realidad “En un vasto dominio”, en Miraflores, con las gentes sencillas, con gentes de esta época que tiene un correlato, un paralelo, con gentes de otra época; son aquellas parejas de retratos admirables; y viene ese libro “Los poemas de la consumación” donde es ya la poesía del anciano.
Es, por tanto, su poesía como la de todos los poetas contemporáneos, con altibajos, algo que nos está revelando en su profundidad como una película; que nos está contando la biografía de una persona: tenemos ahí todo Vicente Aleixandre.
Vicente Aleixandre es, para nosotros, los que entonces éramos jóvenes, un faro protector, hombre que aconseja, consuela, corrige defectos, es decir: el hombre que es guía.
Hay poetas que han podido ser grandes poetas, pero que no son poetas vigentes. Vicente Aleixandre, después de acabada la guerra, en 1944, se convierte, ya, en uno de esos símbolos.
Si por los años 26 o 27 se le pregunta a los jóvenes poetas que, para ellos, quién es el gran poeta, hubieran dicho: Lorca, Alberti por la vía del neopopularismo; otros, dentro de la poesía dura, hubieran respondido: Guillén.
Por los años 33, 34, 35 Lorca sigue siendo un gran maestro; y Alberti empieza un poco a olvidarse como maestro vigente, no como poeta leído; y se incorpora un nuevo nombre, Pedro Salinas; cuando escribe “La voz a ti debida” o “Razón de amor”, el lector, de entonces, ve que un poeta puede estar sumido en la entraña misma de la vida y escribir de algo que antes le había parecido ridículo (becqueriano, se decía entonces despectivamente) como era el amor.
Acaba la guerra y, después de una toma de contacto, los nombres serán Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Pasados los años, Aleixandre sigue en ese pedestal de gran maestro y se añade el nombre de Luis Cernuda. De ahí, que no estemos hablando de una persona que tuvo el privilegio, o ellos (el jurado) tuvieron el acierto, de darle el Premio Nobel, sino de una criatura viva de arriba a abajo, de un gran poeta, de un maestro vigente, puesto que su vigencia y su huella se ve todavía.
Eso es lo que yo quería decirles a ustedes. Muchas gracias.

José Hierro, Castillo-Palacio de Magalia. Las Navas del Marqués, 1994.

(Revista “Caminar conociendo”, número 4. Mayo de 1995)

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