CAMINOS MUSICALES
Por Francisco Javier Flores Nácar(*)
Caminar, conocer, puede ser tan amplio el significado o el uso de estos dos términos: conocer la vida, los pueblos, la literatura… caminar igualmente por los campos, por la vida: caminamos conociendo, conocemos al caminar el inexorable paso del tiempo que acerca su guadaña.
Y al caminar conocemos senderos empedrados de notas celestiales o amargas: son los sonoros de la música; mejor dicho de los músicos.
Decimos empedrados de notas celestiales: son los caminos del conocido, del famoso, de la estrella, ‘del grande’ que sale en la tele, graba infinidad de discos, los gana de oro y de platino, vive en lujosas mansiones con guapas novias con las que aparece hasta la saciedad por las portadas de las revistas del corazón…
De eso y de esos no vamos a hablar; ya lo hacen por nosotros los medios de comunicación a todas horas y todos los días.
E igualmente hemos aludido a otros caminos que, a veces, están empedrados de notas infernalmente amargas: camino de esos otros músicos que nunca –o pocas veces- veremos tocar en los grandes medios de formación de masas para demostrarnos sus habilidades o inquietudes.
De esos músicos quisiéramos hablar: son carpinteros, albañiles, camareros… aún conservan el verdadero, el auténtico y silvestre espíritu musical; bohemios recorriendo los caminos que el ‘grande’ nunca recorrerá, llevando hasta nuestros pueblos sus pasacalles, o sus orquestas que alegrarán con sus músicas bailables nuestras plazas; esos que se pasan el año luchando para comprar una guitarra; ensayando en locales inadecuados y caros; componiendo en casa hasta altas horas de la madrugada canciones que le salen muy de lo hondo del alma; invirtiendo los dineros que ganaron en verano –cuando tuvieron oportunidad- y sus sueldos y los ajenos; todo con el fin de gravar una maqueta: su mayor ilusión; más tarde el infernal calvario radio tras radio, discográfica tras discográfica, managers, y… al fin la negativa rotunda, la ilusión rota y la canción compuesta al baúl de los recuerdos.
Y… regreso a la carpintería, al andamio, al mostrador… y otra vez a la guitarra, a los amigos del grupo, a las veladas componiendo con ilusión, nuevamente renacida de sus cenizas con un Ave Fénix, pensando que algún día le cambiará su suerte, algún mecenas se fijará en ellos, ganarán un concurso o… ¿cuántas veces nos hemos parado a pensar en ello?- … o una mañana, que será lo más probable, el espejo les devolverá la cara arrugada -¡adiós cántara, adiós leche, adiós sueños: ya no encandilarán a ninguna jovencita, no serán portada de ninguna revista!- de un espíritu cansado que sigue haciendo lo de siempre pero ya sin componer nada nuevo, ensayando los éxitos de moda de otros, o loa tan sobados pasodobles tradicionales; y en el escenario ¡ah, el escenario!: aguantando desaforadas voces, soportando gritos de borrachos…
No obstante siguen recorriendo caminos, visitando pueblos, conociendo costumbres… nos darán la música que les pidamos, pero seguro que nunca iremos corriendo a pedirles un autógrafo, y…
Y ¿cuántas veces hemos pensado en ello?... de éste tipo de músicos tenemos por toda España: jóvenes que se pasan horas y horas trabajando duro en un local indecente pagándose su maqueta ellos mismos, para luego regalárnosla a muchos de nosotros a fin de que podamos admirar y conocer su música.
Los tenemos y muy buenos; no podemos olvidarnos de ellos; dejemos que nos muestren su trabajo; dejemos que toquen en nuestros pueblos que son, al fin y al cabo, los suyos; quien sabe si de alguna forma les podemos ayudar a que ese camino, largo y escabroso por recorrer, se encuentre menos empedrado de notas amargas; y quizás, algún día, puedan conocer y saborear las dulces mieles del éxito.
Otros, por falta de ayuda, no han conocido –ni nunca conocerán- mas que el infierno de la vejez que el espejo les devuelve de repente: es el reloj que almacenó en sus bodegas las cuchillas de sus afilados segundos, las hoces de sus aguzados minutos y supremo poder y saber de la guadaña del tiempo que, imperceptible a corto plazo, acerca su filo de improviso dejando patente que no es necesario el engranaje para percibir su degüello.
Pongamos, ya que su trabajo existe y su calidad también, un poco de música en nuestras vidas antes que a ellos, como a nosotros, les rebanen la cabeza; es indudable, es seguro, que, lo agradeceremos.
(*) Francisco Javier Flores Nácar fue finalista del programa ‘Lluvia de estrellas’.
TEXTO ENCONTRADO EN LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’ EN LA PÁGINA 38 DEL Nº 5 DE JULIO DE 1996
Por Francisco Javier Flores Nácar(*)
Caminar, conocer, puede ser tan amplio el significado o el uso de estos dos términos: conocer la vida, los pueblos, la literatura… caminar igualmente por los campos, por la vida: caminamos conociendo, conocemos al caminar el inexorable paso del tiempo que acerca su guadaña.
Y al caminar conocemos senderos empedrados de notas celestiales o amargas: son los sonoros de la música; mejor dicho de los músicos.
Decimos empedrados de notas celestiales: son los caminos del conocido, del famoso, de la estrella, ‘del grande’ que sale en la tele, graba infinidad de discos, los gana de oro y de platino, vive en lujosas mansiones con guapas novias con las que aparece hasta la saciedad por las portadas de las revistas del corazón…
De eso y de esos no vamos a hablar; ya lo hacen por nosotros los medios de comunicación a todas horas y todos los días.
E igualmente hemos aludido a otros caminos que, a veces, están empedrados de notas infernalmente amargas: camino de esos otros músicos que nunca –o pocas veces- veremos tocar en los grandes medios de formación de masas para demostrarnos sus habilidades o inquietudes.
De esos músicos quisiéramos hablar: son carpinteros, albañiles, camareros… aún conservan el verdadero, el auténtico y silvestre espíritu musical; bohemios recorriendo los caminos que el ‘grande’ nunca recorrerá, llevando hasta nuestros pueblos sus pasacalles, o sus orquestas que alegrarán con sus músicas bailables nuestras plazas; esos que se pasan el año luchando para comprar una guitarra; ensayando en locales inadecuados y caros; componiendo en casa hasta altas horas de la madrugada canciones que le salen muy de lo hondo del alma; invirtiendo los dineros que ganaron en verano –cuando tuvieron oportunidad- y sus sueldos y los ajenos; todo con el fin de gravar una maqueta: su mayor ilusión; más tarde el infernal calvario radio tras radio, discográfica tras discográfica, managers, y… al fin la negativa rotunda, la ilusión rota y la canción compuesta al baúl de los recuerdos.
Y… regreso a la carpintería, al andamio, al mostrador… y otra vez a la guitarra, a los amigos del grupo, a las veladas componiendo con ilusión, nuevamente renacida de sus cenizas con un Ave Fénix, pensando que algún día le cambiará su suerte, algún mecenas se fijará en ellos, ganarán un concurso o… ¿cuántas veces nos hemos parado a pensar en ello?- … o una mañana, que será lo más probable, el espejo les devolverá la cara arrugada -¡adiós cántara, adiós leche, adiós sueños: ya no encandilarán a ninguna jovencita, no serán portada de ninguna revista!- de un espíritu cansado que sigue haciendo lo de siempre pero ya sin componer nada nuevo, ensayando los éxitos de moda de otros, o loa tan sobados pasodobles tradicionales; y en el escenario ¡ah, el escenario!: aguantando desaforadas voces, soportando gritos de borrachos…
No obstante siguen recorriendo caminos, visitando pueblos, conociendo costumbres… nos darán la música que les pidamos, pero seguro que nunca iremos corriendo a pedirles un autógrafo, y…
Y ¿cuántas veces hemos pensado en ello?... de éste tipo de músicos tenemos por toda España: jóvenes que se pasan horas y horas trabajando duro en un local indecente pagándose su maqueta ellos mismos, para luego regalárnosla a muchos de nosotros a fin de que podamos admirar y conocer su música.
Los tenemos y muy buenos; no podemos olvidarnos de ellos; dejemos que nos muestren su trabajo; dejemos que toquen en nuestros pueblos que son, al fin y al cabo, los suyos; quien sabe si de alguna forma les podemos ayudar a que ese camino, largo y escabroso por recorrer, se encuentre menos empedrado de notas amargas; y quizás, algún día, puedan conocer y saborear las dulces mieles del éxito.
Otros, por falta de ayuda, no han conocido –ni nunca conocerán- mas que el infierno de la vejez que el espejo les devuelve de repente: es el reloj que almacenó en sus bodegas las cuchillas de sus afilados segundos, las hoces de sus aguzados minutos y supremo poder y saber de la guadaña del tiempo que, imperceptible a corto plazo, acerca su filo de improviso dejando patente que no es necesario el engranaje para percibir su degüello.
Pongamos, ya que su trabajo existe y su calidad también, un poco de música en nuestras vidas antes que a ellos, como a nosotros, les rebanen la cabeza; es indudable, es seguro, que, lo agradeceremos.
(*) Francisco Javier Flores Nácar fue finalista del programa ‘Lluvia de estrellas’.
TEXTO ENCONTRADO EN LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’ EN LA PÁGINA 38 DEL Nº 5 DE JULIO DE 1996
1 comentario:
Muy buenas pues empiezo por decir que me gustaria saber si te conozco
Marpita.
yo soy Paco Flores,el que escribio el articulo de caminar conociendoy no sabes el alegron que me lleve esta mañana viendo el articulo pues por desgracia me quede sin el hace años y al encontrarlo no sabes que alegron ,darte las gracias por su bublicacion y un saludo con un fuerte abrazo desde las navas
Paco Flores.
Publicar un comentario