martes, 6 de marzo de 2007

Álvaro Mateo López: Ávila y Miguel Delibes


Ávila y Miguel Delibes

Por Álvaro Mateo López

Título: La sombra del ciprés es alargadaAutor: Miguel Delibes
Editorial: Destino

Para el redactor de esta reseña el nombre de nuestra revista le recuerda la novela ‘Camino’ de Delibes y también la primera novela de éste ‘La sombra del ciprés es alargada’. A propósito de un artículo de Unamuno sobre Ávila escrito tras leer ‘La gloria de don Ramiro’ –novela de la cual consideran algunos críticos influido Delibes- nuestro colaborador traza un paralelismo diferenciador entre ambos autores apoyando sus argumentos en Julián Marías y centrándose en la primer obra de Delibes dice:

“Si Unamuno hubiese conocido a Delibes, no lo podría tachar de descripcionista: Delibes vive la ciudad provinciana y plasma su ambiente cerrado, familiar y entrañable. Ávila aparece como símbolo de la incomunicación y un lugar preciso para la obsesión por la muerte. Pedro aparece, como Unamuno, metido en el paisaje, sobre el que reflexiona en su interior. Ciudades como Ávila reconcilian al Rector de la Universidad de Salamanca consigo mismo. Ambos, en Ávila, encontraron la hermosa tristeza de las soledades.

Delibes ofrece una situación concreta donde se sitúa la casa de Mateo Lesmes, en maestro de Pedro. Tal como se describe en la novela, se puede hallar en la Plaza de Pedro Dávila, el Marqués de Las Navas, enfrente de este palacio de esta noble familia abulense. Debajo de un ventanal del palacio aparece la inscripción que así reza: ‘Donde una puerta se cierra, otra se abre’. Me gustaría utilizar esta frase como símbolo de toda la novela, en la que aparece el tópico literario del Tempos fugit. Viene a ser la imagen del Uroboros, de la serpiente que se muerde la cola, del mito de Nietzsche del Eterno Retorno. Pedro observa en el camino de la vida, como todo a su alrededor va cambiando, mientras que su interior, continúan las mismas preocupaciones que, con el tiempo, van madurando, pero no desapareciendo. Delibes plasma en Pedro, como buen periodista, su situación concreta con detalles minuciosos. Recurre a la tradición castellana como un cronista. La naturaleza, los paisajes y la descripción de Delibes son una muestra de lo sencillo, de lo cotidiano. Realiza una fenomenología de lo empírico. La novela de Delibes se basa en el acontecer. El contexto lleva al protagonista a la angustia, a la meditación… lo que en otra persona habría llevado a la falta de la norma moral, ausencia de lo trascendental, reafirma en Pedro la postura de acogida de ello en su interior.

La contemplación de un paisaje le lleva al protagonista a promover la aventura de los Cuatro Postes. Lo arriesga todo por interiorizar aquel espectáculo que le deja sin palabras: Ávila emergía de la nieve mística y escrupulosamente blanca, como una monja o una niña vestida de Primera Comunión. Tenía un sello antiguo, hermético, de maciza solidez patriarcal. La villa cerrada en pelan y opulenta civilización, era como la armadura detonando en una reunión de fraques. Imaginé que no otra, en todo el mundo, podría ser la cuna de Santa Teresa, porque su espíritu impregnaba, una por una, de sus piedras y sus torres.

¡Cuántas veces sentía Santa Teresa en este lugar de su querida Ávila, tan mística como ella!

Por último, se observa en ‘La sombra del ciprés es alargada’ la fuerte simbología de los árboles. El ciprés proyecta una sombra de vida en soledad, de tristeza, de interiorización… de cementerio. Cuando Pedro vuelve a Ávila ve en la plaza de la casa de Don Mateo menos álamos de los que tenía anteriormente, le produce una sensación de vacío. Alfredo que ría estar cobijado en su tumba por la sombra de un pino: símbolos de vida, de sierra, de verdor, frente a los paisajes amarillentos y agrarios de la llanura.

Álvaro Mateo López
(Periodista de El Diario de Ávila)

(Pag. VI de la ‘Fontana Sonora’, suplemento de ‘Caminar Conociendo’ nº 5 de julio de 1996)

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